Del 27 al 30 de mayo, más de mil pastores, evangelistas y líderes cristianos provenientes de más de 50 países se reunieron en Berlín para el Congreso Europeo de Evangelización, convocado por la Asociación Evangelística Billy Graham. Bajo el lema no declarado pero evidente de “¡Si ustedes no lo hacen, quién lo hará!”, el evento buscó encender nuevamente el fuego evangelizador en un continente que enfrenta una creciente secularización.
Durante la sesión inaugural, Franklin Graham fue directo: “Europa necesita ser evangelizada”. No como una idea nostálgica del pasado, sino como una urgencia del presente. Con voz firme, desafió a los asistentes a no callar, no claudicar y no avergonzarse del Evangelio.
El congreso no fue un simple acto de inspiración; fue también una llamada a la acción. “Vamos a necesitar un ejército de evangelistas”, dijo Graham, un ejército que se mantenga firme en la Palabra, que no negocie con las ideologías contrarias a la fe, y que predique con valentía, humildad y pasión.
Volver a las raíces, mirar al futuro
Will Graham, nieto de Billy Graham, recordó cómo su abuelo respondía a la pregunta sobre quién ocuparía su lugar: “Ellos”, señalando a los creyentes reunidos. Ese legado de responsabilidad fue transmitido claramente en este congreso. No se trata de una sola figura carismática, sino de muchos cristianos fieles, comprometidos, ungidos por el Espíritu Santo, predicando en las plazas, redes, templos y hogares de Europa.
El congreso tuvo un sentido histórico profundo. No solo por realizarse nuevamente en Berlín, como aquel primer congreso de 1966 que marcó una época, sino por la urgente necesidad de responder a una Europa que, en palabras de Graham, “se aleja rápidamente de la verdad de Dios”.
¿Y ahora qué?
Franklin Graham concluyó con un consejo tan sencillo como poderoso: “Predica el Evangelio. Todo el Evangelio. Y ora, ora y ora”. Un llamado que va más allá de Europa y llega también a América Latina, donde muchos enfrentamos contextos distintos pero una misión idéntica.
Desde Eco Cristiano, nos unimos a la invitación de interceder por todos los participantes de este congreso. Oremos para que esta semilla dé fruto, y que la llama del Evangelio arda con nuevo vigor en cada rincón de Europa.