En tiempos donde las cargas parecen insoportables y el futuro se vuelve incierto, muchos corazones se preguntan: ¿cómo seguir creyendo cuando todo parece ir en contra?
La Biblia no desconoce el sufrimiento humano. Al contrario, lo abraza y nos da esperanza. En la Palabra de Dios encontramos no sólo consuelo, sino fuerza para enfrentar las dificultades. Y en esa Palabra viva y poderosa, se nos recuerda que la fe es la victoria que vence al mundo.
“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1 Juan 5:4-5).
No se trata de una fe superficial, sino de una fe arraigada en una relación viva con Jesús, una fe que, aun sin ver, se mantiene firme porque sabe en quién ha confiado.
No siempre sabremos por qué enfrentamos ciertas pruebas, pero sí podemos saber quién está con nosotros en medio de ellas.
El Señor Jesús enseñó algo que, en momentos de debilidad, puede parecer imposible: “De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis… todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis” (Mateo 21:21-22).
Esta fe no es magia, no es ilusión. Es certeza interior de que Dios oye, ve y actúa. Es la fe que nos permite seguir orando, aún cuando las lágrimas no nos dejan hablar. Es la fe que grita en silencio: “¡Creo, aunque esto esté doliendo!”
Y cuando la tormenta no cesa, y el camino se estrecha, el Salmo 91 nos recuerda dónde refugiarnos: “El que habita al abrigo del Altísimo morará bajo la sombra del Omnipotente. Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré” (Salmo 91:1-2). No todos los días serán de sol. Pero todos los días, aún los más grises, tienen el mismo refugio: la presencia de Dios.
Quizá hoy no sepamos qué cargas llevas. Tal vez son problemas familiares, enfermedades, preocupaciones económicas, dolores del alma o luchas internas que nadie más comprende.
Pero sí sabemos esto: “Bendito el que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas… no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (Jeremías 17:7-8). No importa la sequía alrededor si las raíces están firmes en Dios.
No minimizamos tu dolor. No fingimos tener todas las respuestas. Pero sí proclamamos con convicción que Dios no te ha soltado, y que Él puede darte nueva fuerza hoy.
La fe no niega la dificultad, pero se atreve a ver más allá de ella. La fe no es una salida fácil, es un acto valiente de confianza.
Sigue creyendo. Aunque el corazón tiemble. Aunque la noche parezca larga. Porque el Dios que prometió estar contigo, es fiel para sostenerte, sanarte y levantarte.
Amén.