Washington, D.C., 14 de julio de 2025. En un evento que combinó espiritualidad, liderazgo empresarial y política, el presidente Donald Trump y la Oficina de Fe de la Casa Blanca encabezaron la Cumbre inaugural de Líderes de Fe y Negocios, una reunión que exaltó el papel del cristianismo en la historia económica de Estados Unidos y el supuesto renacimiento de los “valores fundacionales” del país.
El evento, celebrado en el Comedor de Estado de la Casa Blanca, fue organizado por la pastora carismática Paula White-Cain, asesora espiritual de Trump y directora de la Oficina de Fe. Participaron líderes empresariales, representantes de organizaciones religiosas y miembros del gobierno.
Trump aseguró que “una nación que ora es una nación que prospera” y enfatizó que su administración está “recuperando la religión en el país”. Hizo un repaso histórico de empresarios cristianos como Rockefeller, Goodyear y Truett Cathy (fundador de Chick-fil-A), y celebró a los asistentes como herederos de esa tradición.
En un tono místico, relató el intento de asesinato que sufrió hace un año, afirmando que “Dios me salvó la vida para que Estados Unidos volviera a ser grande”, lo que fue recibido con aplausos. “En teoría, no debería estar aquí”, dijo, atribuyendo su supervivencia a una intervención divina.
Uno de los anuncios más significativos fue la reiteración de la eliminación práctica de la Enmienda Johnson, la cual limitaba la participación política de líderes religiosos. Trump defendió que ahora los pastores pueden expresar su respaldo político sin temor a perder su estatus fiscal. “He puesto fin a la guerra de la izquierda radical contra la fe”, aseguró.
Paula White, por su parte, proclamó que los líderes empresariales creyentes son “administradores de una misión divina” y que esta cumbre representa “un momento de alineación divina”. Afirmó que los fundamentos espirituales y morales de Estados Unidos “han sido restaurados” bajo la administración Trump.
Una mirada crítica desde la fe
Si bien el evento tuvo momentos de fervor y comunión, no puede pasarse por alto la incongruencia entre estos discursos de fe y las políticas impulsadas por la misma administración Trump. Mientras en el cristianismo se habla de compasión, amor al prójimo y misión divina, en el terreno político Estados Unidos mantiene una de las posturas más duras en política migratoria, con redadas, deportaciones y separación familiar como estandartes.
A esto se suma el apoyo militar irrestricto a Israel en su ofensiva sobre Gaza e Irán, una postura belicista que ha provocado miles de muertes civiles y ha generado un grave deterioro humanitario. Estas acciones contrastan con los valores esenciales del cristianismo: misericordia, justicia, paz y solidaridad.
La fe auténtica no puede desligarse del compromiso con los más vulnerables. Celebrar la fe en espacios de poder es legítimo si su constitución lo permite, pero más lo sería si se acompañara de políticas coherentes con el evangelio de Jesús, que llama a acoger al extranjero, a poner la otra mejilla y a servir, no a dominar.