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Perseguidos pero no vencidos: la fe cristiana en medio de la violencia en el Congo

Análisis para comprender por qué el Estado Islámico ataca cruelmente a cristianos en República del Congo.

En los últimos meses, la República Democrática del Congo ha sido escenario de ataques sangrientos contra comunidades cristianas, perpetrados por el grupo armado Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), vinculado al llamado Estado Islámico. 

Decenas de fieles reunidos en oración en iglesias evangélicas, aunque también en parroquias católicas, han sido brutalmente asesinados en Ituri y Kivu Norte.

La pregunta inevitable es: ¿por qué? ¿Qué sentido tiene tanta crueldad contra personas que solo se reunían para alabar a Dios?

Más que odio, una estrategia del mal

Las causas son diversas: 

En el plano religioso, las ADF buscan imponer una visión radical del islam y consideran enemigos a los cristianos. 

En el plano político, estos ataques generan miedo, desplazamientos y control territorial en una zona rica en minerales pero profundamente inestable. 

Y en el plano internacional, cada masacre sirve como propaganda para mostrar que la red del Estado Islámico sigue viva en África.

Reducir todo a una motivación religiosa sería injusto. No se trata de un choque entre religiones, sino de la manipulación de la fe para justificar la violencia. 

Se trata del mal disfrazado de ideología. Por eso, como cristianos, no podemos responder con más odio, sino con la certeza de que ninguna estrategia del mal es más fuerte que la fuerza del amor de Cristo.

El testimonio de los mártires de hoy

El evangelio nos enseña que los mártires no son simplemente víctimas: son testigos. Los cristianos que han perdido la vida en el Congo se unen a la larga historia de hombres y mujeres que, desde los primeros siglos, han preferido ser fieles al Evangelio antes que ceder al miedo.

Ellos nos recuerdan que la fe no es una idea abstracta, sino una entrega total que llega hasta el extremo de confiar en Dios cuando todo parece derrumbarse.

Nuestra respuesta cristiana

Como comunidad mundial, estamos llamados a tres actitudes:

  1. Oración constante: unirnos espiritualmente a nuestros hermanos perseguidos, pidiendo a Dios fortaleza para ellos y conversión para quienes los persiguen.
  2. Solidaridad concreta: apoyar, en la medida de lo posible, a organizaciones que brindan ayuda a las comunidades desplazadas y heridas.
  3. Testimonio de amor: no caer en la trampa del odio ni del resentimiento. Recordemos las palabras de Jesús: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que los difaman” (Lucas 6,27-28).

Luz en la oscuridad

La violencia en el Congo nos duele, nos indigna y nos interpela. Se trata de miles de seres humanos que apenas hace décadas que comenzaron a conocer a Jesús y ya están padeciendo persecución y no cualquier persecución, se trata de masacres, decapitaciones, incendio de viviendas. 

Pero también es una oportunidad para reafirmar lo que somos: discípulos de Aquel que venció al odio con la entrega en la cruz. Los cristianos perseguidos nos muestran que, incluso en medio del sufrimiento, es posible vivir la esperanza.

En un mundo que con frecuencia multiplica rencores, nosotros estamos llamados a ser sembradores de amor. Porque, como dijo san Pablo, “no nos ha dado Dios un espíritu de cobardía, sino de fortaleza, de amor y de dominio propio” (2 Tim 1,7).

Que el testimonio de nuestros hermanos del Congo nos recuerde que, aunque perseguidos, no estamos vencidos.

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