Las redes sociales han abierto un espacio único para los cristianos. Nunca antes tuvimos tanta facilidad para compartir un mensaje, expresar la fe y llegar a personas que quizá nunca han entrado a un templo.
Sin embargo, muchos hermanos en la fe han caído en la tentación de usar esas plataformas como un campo de batalla, en lugar de verlas como un terreno de misión.
El Evangelio no necesita del insulto ni del sarcasmo. Jesús nos enseñó a hablar con verdad, pero también con amor. Y eso debe reflejarse en cada publicación, en cada comentario, en cada debate digital.
No se trata de callar cuando se ofende a Dios o se menosprecia la fe, sino de responder con un espíritu diferente: el Espíritu de Cristo, que gana corazones más con la compasión que con la confrontación.
Cuando conversamos con alguien que piensa distinto, ahí tenemos una oportunidad dorada. En lugar de atacar, podemos sembrar. En vez de pelear, podemos invitar. Una red social puede ser el primer puente para que alguien conozca una comunidad cristiana, se acerque a una iglesia evangélica y descubra la alegría de vivir en Cristo.
Es tiempo de cambiar la lógica: que cada debate sea ocasión para evangelizar, que cada palabra sea una semilla de fe. No buscamos ganar discusiones, sino almas. No queremos que la gente admire nuestros argumentos, sino que conozca a Jesús a través de nuestro testimonio.
El reto es claro: usemos las redes para reflejar al Señor en un mundo digital que clama por esperanza. Que cada publicación diga, sin necesidad de proclamas grandilocuentes: “Aquí hay un cristiano, aquí hay una comunidad, aquí hay un lugar donde puedes encontrar vida en Cristo”.
