Por EcoCristiano.com.mx
Cuando Lucas escribe que Jesús “fue alzado y una nube lo ocultó de su vista” (Hechos 1:9), no pretende hacer un reporte astronómico, sino una confesión de fe. En los días del Nuevo Testamento, el “cielo” no significaba el espacio sideral, sino el ámbito de la presencia y autoridad de Dios. Por eso, para la fe cristiana, la Ascensión no es un viaje físico, sino la entrada plena de Cristo en la gloria del Padre.
Un hecho espiritual, no una fábula
El teólogo evangélico N. T. Wright, una de las voces más respetadas en el estudio del cristianismo primitivo, explica que la Ascensión no debe entenderse como un mito o ilusión piadosa, sino como un acontecimiento real expresado en los símbolos del mundo antiguo.¹
Por su parte, John Stott, en su comentario sobre Hechos de los Apóstoles, afirma que los discípulos “debían ser testigos, no contempladores de estrellas”, recordando que el cielo no debe entenderse como un lugar físico, sino como “el ámbito donde Cristo ejerce su señorío”.²
La nube, símbolo de la presencia divina desde el Éxodo, “oculta a Jesús de sus discípulos no porque se aleje, sino porque entra en una dimensión invisible a los sentidos humanos”.
La exaltación del Hijo
En términos teológicos, la Ascensión es la culminación de la obra redentora. Jesús no sólo resucita: es exaltado. El apóstol Pablo lo resume con fuerza: “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre” (Filipenses 2:9).
El biblista Leon Morris explica que la exaltación expresada en el pasaje de la Ascensión “no añade algo que Jesús no tuviera, sino que revela ante toda la creación quién es Él verdaderamente”.³ En la cruz se humilló; en la Ascensión se manifiesta su victoria.
Un mensaje para la Iglesia
La Ascensión no marca la ausencia de Cristo, es decir no es una despedida, sino su presencia en otra forma. Desde el cielo, Cristo intercede, guía y fortalece a su pueblo mediante el Espíritu Santo.
El teólogo Millard Erickson señala que “la exaltación de Cristo implica su ministerio continuo como Sumo Sacerdote y Señor de la Iglesia”.⁴
Y como enseña Wayne Grudem, “Cristo ascendió no para retirarse, sino para ocupar el trono desde el cual gobierna y desde el cual regresará”.⁵ En esa certeza se fundamenta la misión: “Id por todo el mundo y predicad el evangelio” (Marcos 16:15).
Fe sin ingenuidad
Algunos críticos modernos sostienen que la Ascensión no puede ser literal porque “nadie puede subir al cielo”. Pero para el creyente evangélico, la fe no depende de coordenadas físicas.
El teólogo R. C. Sproul lo resume así: “Cuando decimos que Jesús ascendió al cielo, no afirmamos que viajó por el espacio, sino que fue entronizado en la esfera de Dios, donde su humanidad glorificada comparte la autoridad divina”.⁶
La fe cristiana no teme la razón ni la ciencia; simplemente confiesa que la realidad de Dios trasciende las leyes del mundo material. Jesús no desaparece, se manifiesta en otra dimensión de la realidad, tan real como la cruz y el sepulcro vacío.
La Ascensión no es una historia fantástica ni una metáfora vacía. Es la proclamación de que Cristo reina, intercede y volverá. El cielo no está “arriba”, está en su casa, en la casa de Dios; y desde ahí Jesús sigue siendo el mismo Salvador que prometió: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
Notas
- N. T. Wright, Sorprendidos por la esperanza: Repensando el Cielo, la Resurrección y la Misión de la Iglesia (HarperOne, 2007), cap. 6; y Hechos para todos, Parte 1 (Westminster John Knox Press, 2008), pp. 11-14.
- John Stott, El mensaje de los Hechos (InterVarsity Press, 1990), p. 51.
- Leon Morris, La predicación apostólica de la cruz (Eerdmans, 1965), pp. 277-279.
- Millard J. Erickson, Teología cristiana, 3.ª ed. (Baker Academic, 2013), pp. 752-754.
- Wayne Grudem, Teología sistemática: Introducción a la doctrina bíblica (Zondervan, 1994), pp. 616-618.
- R. C. Sproul, Verdades esenciales de la fe cristiana (Tyndale House, 1992), pág. 127.