InicioTeología y RevelaciónLa revelación como autodonación: un estudio sobre por qué Dios se comunica...

La revelación como autodonación: un estudio sobre por qué Dios se comunica y cómo lo hace

Cuando los cristianos decimos que Dios se revela, no afirmamos que transmite un conjunto de datos acerca de sí mismo. Decimos que Él mismo se da a conocer. La revelación no consiste en un mensaje, sino en una entrega personal. 

Dios no solo dice algo, se da Él mismo en lo que dice. En este sentido, conocer a Dios no es acumular información sobre lo divino, sino entrar en relación con quien se deja conocer al darse.

Revelarse es darse

Desde los primeros capítulos de la Escritura, Dios se muestra como alguien que busca comunión. No se impone ni se oculta: se ofrece. Cuando se presenta ante Moisés diciendo “Yo soy el que soy”, no define su esencia, revela su presencia: “Yo estoy contigo”. Dios se da a conocer en el acto de acompañar, de caminar con su pueblo.

Él teólogo calvinista Karl Barth decía que la revelación es Dios mismo “abriéndose paso hacia el ser humano” en un movimiento de pura gracia. No se trata de un conocimiento al que el hombre asciende, sino de un don al que el hombre es invitado a responder.

Revelarse, entonces, significa entregarse para ser conocido y amado, no simplemente explicado. Es una autodonación que tiene como fin la relación, no la admiración distante.

Dios se comunica porque ama

Todo acto de comunicación auténtica nace del amor. Y si algo distingue al Dios de la Biblia es que no puede amar sin darse a conocer. Su revelación brota de su amor. No se comunica por necesidad, ni por obligación, sino porque su amor busca ser compartido.

Él teólogo suizo Emil Brunner afirmó que la revelación es el punto donde la iniciativa divina y la receptividad humana se encuentran en el amor. Dios no nos comunica ideas abstractas: se comunica a sí mismo. Lo que da no es un mensaje, sino su propio corazón.

En la historia bíblica el Dios que se comunica por amor se manifiesta de muchas maneras: en la alianza con Abraham, en la fidelidad con Israel, en los profetas que hablan movidos por su Espíritu. 

Pero la expresión suprema de esa autodonación es Jesucristo, la Palabra viva y encarnada. En Él la comunicación de Dios alcanza su plenitud, porque en Cristo Dios se hace accesible, visible y tocable. No hay otro lenguaje más claro que el de un Dios hecho hombre.

Cómo se comunica Dios

Dios se comunica de muchas maneras, pero todas apuntan hacia el mismo centro: su deseo de darse a conocer y ser amado. Dios no crea y se aleja, no se desentiende de su creación, sino que la busca y busca crear un vínculo de comunicación con ella

Podemos reconocer tres grandes ámbitos de esa comunicación:

  1. La creación: donde su sabiduría se refleja en la belleza y el orden del mundo. Como escribió John Stott, la creación es “el primer lenguaje del Creador”, una carta abierta que habla a todos los pueblos.
  2. La historia: donde sus actos redentores revelan su carácter. La liberación de Israel, los juicios proféticos, los tiempos de restauración son formas históricas de su palabra viva.
  3. La encarnación: donde su revelación se vuelve definitiva. En Jesús, Dios ya no envía mensajeros: Él mismo viene. Su palabra toma cuerpo, su amor toma rostro.

Alistes McGrath, de la Universidad de Oxford, explica que la revelación en Cristo no solo informa, sino transforma. No busca solo comprensión, sino comunión. Por eso, el Evangelio no se limita a proclamar quién es Dios, sino a invitarnos a participar de su vida.

La respuesta humana: fe como apertura

Si Dios se da, el ser humano solo puede abrirse para recibirlo. La fe, en este sentido, no es mera aceptación de doctrinas, sino acogida de una persona. Creer es permitir que esa autodonación divina penetre la existencia.

La revelación exige una respuesta viva: la confianza. La fe no se agota en saber que Dios existe, sino en vivir en relación con Él, obedecerle, escucharle, amarle. Por eso, la revelación nunca es unilateral: Dios se entrega y el creyente responde con entrega.

Esa dinámica —don y acogida— es la esencia del cristianismo. Dios no se contenta con ser objeto de estudio; quiere ser objeto de comunión. Conocerle es participar de su amor.

Perspectiva final

Dios no revela datos: se revela a sí mismo. Su palabra no busca erudición, sino encuentro. En la historia, en la creación y sobre todo en Cristo, Dios ha mostrado que comunicar es amar.

Comprender la revelación como autodonación nos libra de reducir la fe a ideas o sistemas. Nos recuerda que la verdad no se posee, se recibe. Dios se comunica porque ama, y lo hace de modo que ese amor pueda ser compartido.

La revelación, entonces, no es un texto antiguo que debemos interpretar, sino un acto permanente de presencia, una voz viva que sigue llamando al ser humano a la comunión.

RELATED ARTICLES

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Most Popular

Recent Comments