12-03-2025
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La Eutanasia desde una Perspectiva Cristiana

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La eutanasia es legal en algunos países de Europa, América y Australia. En Países Bajos y en Bélgica en 2002 se aprobó la Ley de terminación de la vida a petición propia. En Luxemburgo en 2009, en 2015 en Colombia, en Canadá en 2016, en Nueva Zelanda en 2020, en Austria en 2021, en Ecuador en 2024 y en algunos estados de Estados Unidos en diferentes fechas se ha legalizado el suicidio asistido. 

La eutanasia es el acto o procedimiento, por parte de un médico para producir la muerte sin dolor de un paciente y a petición de éste, para terminar con su sufrimiento. No podríamos abordar este tema con justicia si no mencionamos que la eutanasia está asociada tanto con la intención de un enfermo que solicita terminar con el insoportable dolor de una enfermedad terminal, como con el deseo del paciente de encontrar una muerte que termine con lo que percibe como una indignante agonía.

La Soberanía de Dios sobre la Vida y la Muerte

La eutanasia es un tema que ha generado intensos debates en el ámbito médico, legal y filosófico. Para los cristianos, la cuestión no solo involucra argumentos éticos y científicos, sino también principios espirituales y morales basados en la Palabra de Dios. 

¿Es correcto que, en caso de sufrimiento extremo, el ser humano decida sobre la vida y la muerte? ¿Cómo debería la fe cristiana abordar el sufrimiento extremo y el final de la vida? Para analizar estas cuestiones, debemos acudir a las escrituras.

La Palabra de Dios enseña que Él es el único dueño de la vida. En Deuteronomio 32:39, el Señor dice: “Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo; Yo hago morir y yo hago vivir; Yo hiero, y yo sano, y no hay quien pueda librar de mi mano”.

Está claro que la vida y la muerte están en manos de Dios, y desde una perspectiva cristiana, la eutanasia implica que el ser humano intenta tomar un papel que sólo le corresponde al Creador.

El Valor de la Vida Humana

Desde el principio, la Escritura enseña que la vida humana es sagrada porque el hombre fue creado a imagen de Dios (Génesis 1:26-27). No importa si la persona está enferma, anciana o en una condición de sufrimiento; su vida sigue teniendo valor y dignidad. La eutanasia, al buscar la muerte de manera intencional, niega esta dignidad dada por Dios.

El Salmo 139:13-16 también refuerza la idea de que Dios tiene un propósito en cada vida, incluso en medio del dolor y la enfermedad. No somos accidentes ni errores, sino parte del plan divino.

Porque tú formaste mis entrañas, tú me hiciste en el vientre de mi madre. Te alabaré porque formidables, maravillosas son tus obras. Estoy maravillado y mi alma lo sabe muy bien. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas. Sin faltar una de ellas.

El Sufrimiento y la Esperanza Cristiana

Uno de los argumentos a favor de la eutanasia es la eliminación del sufrimiento insoportable. Un dolor que no sólo es una tortura para el paciente sino para la familia que presencia la agonía en medio de gritos de dolor. 

La fe cristiana no ignora esa difícil y dolorosa situación. Un cristiano no ignora fríamente el dolor del paciente y su familia, ni sentencia indiferente que la Biblia prohíbe la decisión de terminan con la vida humana, sino que ve el sufrimiento como algo con propósito. La Biblia nos muestra que el sufrimiento puede tener un sentido en el plan de Dios.

Romanos 5:3-5 dice: “Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado”.

Cristo mismo experimentó sufrimiento y nos enseñó que, a través de la fe, podemos encontrar propósito y consuelo en medio de la aflicción. Los cristianos hemos sido llamados a acompañar a quienes sufren, brindándoles amor, compasión y cuidados paliativos, en lugar de acelerar su muerte.

El Mandamiento de No Matar

El sexto mandamiento, “No matarás” (Éxodo 20:13), también aplica en este debate. Aunque algunos argumentan que la eutanasia es un acto de compasión, sigue siendo una acción intencional para terminar con una vida. En cambio, el llamado cristiano es a cuidar y acompañar con amor a quienes enfrentan el final de su vida.

Es verdad que el paciente está sufriendo en extremo, que el dolor se hace insoportable y el cuidador sufre junto con él. Pero la esperanza tanto del paciente como del cuidador no está en acelerar la muerte para terminar con el sufrimiento sino en la esperanza de la salud para continuar la vida, y Dios es el sanador y dador de vida.

El Llamado a una Cultura de la Vida

En lugar de promover la eutanasia, los cristianos están llamados a defender la vida y a apoyar a quienes sufren a través de:

  1. Cuidados paliativos: En lugar de adelantar la muerte, es fundamental garantizar que las personas reciban el acompañamiento necesario y el tratamiento adecuado para aliviar el dolor.
  1. Acompañamiento espiritual: La oración, la presencia de la comunidad cristiana y el apoyo de la familia pueden brindar consuelo y paz en los momentos más difíciles.
  1. Defensa de la dignidad humana: Como seguidores de Cristo, debemos promover una cultura de la vida en la que se valore a cada persona, sin importar su condición.

La eutanasia, desde una perspectiva cristiana, va en contra del diseño de Dios, la dignidad de la vida humana y el llamado a confiar en Él en medio del sufrimiento. En lugar de promover la muerte, la fe nos llama a acompañar a los enfermos con amor y compasión, ofreciendo esperanza en Cristo, quien es la resurrección y la vida (Juan 11:25).

La verdadera respuesta al sufrimiento no es la eutanasia, sino el amor, la misericordia y la confianza en Dios, quien nos sostiene en cada etapa de nuestra vida.

Esto hace un urgente y muy necesario surgimiento de una pastoral de los enfermos, para que las iglesias cristianas dediquen un permanente espacio a acompañar a los enfermos y sus familias con el fin de llenarlos de fe y esperanza.

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