InicioTeología MoralEl origen y el propósito de la familia Génesis 1:27-28

El origen y el propósito de la familia Génesis 1:27-28

“Y creó Dios al ser humano a su imagen; lo creó a imagen de Dios. Hombre y mujer los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla…” (Génesis 1:27-28)

Desde el inicio de la creación, la familia fue parte del plan perfecto de Dios. No es una construcción social ni una idea que cambió con el tiempo. Es una institución divina, establecida por Dios mismo en el momento en que creó al ser humano, varón y mujer, y los unió con una misión común.

1. Una creación a imagen de Dios

Cuando el texto bíblico dice que fuimos creados “a imagen de Dios”, no se refiere a un parecido físico, sino a algo más profundo: nuestra capacidad para amar, decidir, relacionarnos y crear. Al formar al hombre y a la mujer, Dios reflejó algo de sí mismo en esa comunión: unidad en la diversidad, igualdad en la dignidad, complementariedad en el propósito.

La familia, por tanto, no sólo nace del amor humano, sino que participa del amor divino. En ella se aprende a amar como Dios ama: con entrega, perdón, paciencia y fidelidad.

2. La bendición de multiplicarse

El mandato de “fructificad y multiplicaos” no es solo una instrucción biológica. Es una bendición que implica colaboración con Dios en la transmisión de la vida. Cada hijo es una muestra del amor de Dios que continúa en la historia. La familia es el primer espacio donde se protege, se alimenta, se educa y se prepara a la nueva generación para vivir con dignidad.

Pero también se multiplica la familia en el amor, en la fe, en la generosidad. No se trata solo de tener hijos, sino de formar corazones que reflejen la bondad de Dios.

3. Un propósito en común

A la primera familia se le dio la misión de llenar y cuidar la tierra. Esto nos recuerda que la familia tiene una responsabilidad social: debe ser fuente de bien para la comunidad, lugar de formación de ciudadanos honestos, trabajadores y comprometidos.

Una familia que ama a Dios y vive unida, irradia esperanza. Es un faro en medio de un mundo lleno de divisiones. La familia cristiana no se encierra en sí misma; se convierte en hogar abierto, solidario y evangelizador.

Conclusión

La familia nace del corazón de Dios. Es reflejo de su amor, cuna de vida, escuela de valores y taller de esperanza. En tiempos de crisis e incertidumbre, volver a las raíces de la familia según el plan de Dios es volver a lo esencial: al amor que construye, restaura y da sentido.

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