InicioSagradas Escrituras¿Pierde valor un libro de la Biblia si no fue escrito por...

¿Pierde valor un libro de la Biblia si no fue escrito por una sola persona?

Muchos cristianos evangélicos han crecido con la certeza de que cada libro de la Biblia fue escrito por un solo autor, bajo una inspiración directa e individual del Espíritu Santo. Así lo aprendimos en nuestras congregaciones, en nuestras escuelas dominicales, en los primeros cursos de discipulado. Y sin duda, esa enseñanza nos ayudó a confiar en la Biblia como la Palabra de Dios.

Pero hoy, con mayor acceso al estudio serio de las Escrituras, a la arqueología bíblica, a la historia de la redacción de los textos sagrados y apoyados en ciencias como la filología y la historia, nos encontramos con una pregunta inquietante: ¿y si varios libros de la Biblia fueron escritos por más de una persona? ¿Y si algunos fueron formados a lo largo del tiempo, por comunidades creyentes o discípulos que quisieron conservar y transmitir el mensaje que habían recibido?

Y más importante aún: ¿restaría eso autoridad espiritual a esos libros? ¿Perderían valor si no tuvieran un solo autor identificable?

La respuesta, en realidad, es una invitación a que ampliemos nuestra comprensión sin perder nuestra fe.

¿Es esto algo nuevo?

No. De hecho, el Antiguo Testamento ya nos muestra que muchos textos son el resultado de procesos comunitarios y editoriales. Por ejemplo:

  • El libro de Isaías contiene tres grandes secciones (capítulos 1–39, 40–55, y 56–66) con estilos, contextos y preocupaciones distintas. Muchos estudiosos —incluso entre teólogos evangélicos— reconocen que estas partes fueron escritas en momentos diferentes, probablemente por distintos profetas o discípulos de Isaías.
  • El libro de los Salmos es una recopilación de himnos de varios autores: David, los hijos de Coré, Asaf, Moisés, Salomón y otros anónimos. Su valor no depende de una única pluma, sino de su verdad espiritual.
  • El libro de Daniel, especialmente sus últimos capítulos, parece haber sido escrito en una época distinta a la del exilio babilónico, posiblemente durante la opresión de Antíoco Epífanes. Muchos sostienen que refleja una edición posterior con elementos apocalípticos.

En el Nuevo Testamento, ocurre algo similar:

  • El Evangelio de Marcos contiene señales de que fue redactado con materiales de distintas fuentes, probablemente organizadas por Juan Marcos o por alguien que recogió las enseñanzas de Pedro. Este evangelio termina originalmente en Marcos 16:8 con las mujeres huyendo aterrorizadas del sepulcro vacío y sin decirle a nadie lo que vieron. Los versículos 9-20, conocidos como el «final más largo», son considerados por la mayoría de los eruditos como una adición posterior.
  • El Apocalipsis ha sido tan discutido como admirado: algunos estudiosos piensan que ciertos pasajes fueron añadidos o reorganizados por discípulos o editores posteriores, sin quitarle fuerza a su visión profética.
  • Y el Evangelio de Juan, del que hablaremos con más detalle en un próximo artículo, muestra indicios de haber sido escrito en etapas, quizás por una comunidad que siguió al “discípulo amado”, con posibles añadidos o correcciones de discípulos posteriores.

¿Y la inspiración divina?

A veces pensamos en la inspiración como si Dios dictara palabra por palabra al oído de un profeta o apóstol. Pero la misma Biblia nos muestra que la inspiración divina no anuló la participación humana. Los autores usaron su estilo, su idioma, sus experiencias, sus recursos. Y Dios, en su soberanía, se sirvió de ese proceso humano para comunicar su verdad.

¿No es eso lo que hizo también en la encarnación? Jesús es plenamente Dios, pero también plenamente humano. Así también, la Biblia es plenamente divina en su mensaje, pero profundamente humana en sus formas.

Aceptar esto no debilita nuestra fe. Al contrario, nos hace más humildes, más conscientes de que Dios ha hablado de muchas maneras y por muchas voces, sin perder nunca la unidad de su revelación.

¿Leer con desconfianza? No. Leer con fe madura

No se trata de sembrar duda, sino de fortalecer nuestra confianza en la Palabra con más madurez. La Biblia sigue siendo Palabra de Dios aunque haya sido compuesta por varios autores, en distintos tiempos y lugares. Lo que importa no es cuántas manos la escribieron, sino que en todas ellas se movía el Espíritu del Dios vivo.

Si el Evangelio de Juan fue escrito por una comunidad, o si el libro de Isaías tiene varias voces, o si el Apocalipsis fue editado en algún momento, eso no significa que debamos desconfiar. Significa que Dios sigue obrando en medio de su pueblo, usando la diversidad para hablarnos con poder.

Abrirnos a esta posibilidad no es un acto de desobediencia, sino de madurez. Porque la verdad no depende de nuestras certezas, sino de la fidelidad de Dios.

Los mismos teólogos, biblistas, historiadores y filólogos cristianos confirman: el Espíritu Santo guió a todos los que participaron en la redacción de la Palabra de Dios. Por eso en la Biblia hay continuidad, una idea central que une y da sentido al mensaje de salvación, porque es Dios quien transmite su Palabra, inspirando a todos los que participaron en su redacción.

RELATED ARTICLES

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Most Popular

Recent Comments