Mientras muchas iglesias en el mundo conmemoran los 1,700 años del Credo de Nicea, dos destacados teólogos evangélicos han lanzado una voz de alerta: muchos cristianos, incluso dentro de círculos conservadores, están perdiendo de vista la importancia y profundidad de esta confesión histórica de fe.
En un episodio reciente del podcast The Table, producido por el Seminario Teológico de Dallas, los profesores Malcolm B. Yarnell III y Michael J. Svigel recordaron por qué el Credo de Nicea no es una tradición muerta ni un formalismo litúrgico, sino una guía viva para la fe bíblica.
“El Credo de Nicea no inventó nada nuevo”, aclaró Svigel. “Solo articuló con claridad lo que la Iglesia ya venía enseñando desde los apóstoles: que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son Dios, sin ser tres dioses. Esta fue, y sigue siendo, la fe cristiana”.
“El Padre es Dios, el Hijo es Dios, el Espíritu es Dios. El Padre no es el Hijo, el Hijo no es el Espíritu, el Espíritu no es el Padre. Hay un solo Dios, no tres Dioses. La Iglesia lo ha enseñado constantemente”, afirmó.
Y es que aún hoy, en plena era digital y con acceso casi ilimitado a la Biblia, persisten errores antiguos. Sectas como los Testigos de Jehová o los mormones rechazan la doctrina de la Trinidad y se presentan como cristianas. Incluso dentro del mundo evangélico hay quienes cuestionan el pensamiento trinitario como si fuera una imposición posterior, cuando en realidad es el núcleo del Evangelio.
Para Yarnell, este desvío ocurre cuando se deja de enseñar claramente lo esencial: “Cuando un nuevo creyente abre la Biblia sin orientación, corre el riesgo de importar ideas de su cultura y pensar que eso es cristianismo. Los credos, como el de Nicea, ayudan a mantenernos centrados en la verdad bíblica y a evitar extremos”.
Los teólogos también desmintieron otro mito moderno: que el Concilio de Nicea fue una imposición occidental. En realidad, fue convocado por el emperador Constantino en Asia Menor (actual Turquía), y la gran mayoría de los obispos presentes eran orientales, incluyendo teólogos africanos claves para la comprensión de la Trinidad y la cristología.
En estos tiempos donde tantas voces reclaman ser “cristianas” pero enseñan doctrinas ajenas a la Palabra, el Credo de Nicea se alza como una brújula segura. “Nos ayuda a equilibrar nuestra lectura de la Escritura y a recuperar la predicación apostólica”, sostuvo Yarnell, quien aconseja a sus estudiantes memorizarlo como parte de su formación ministerial.
Así como el arrianismo en el siglo IV negaba la divinidad de Jesús, hoy enfrentamos nuevas formas de confusión y relativismo doctrinal. Por eso, volver al Credo de Nicea no es retroceder, sino anclarnos en el corazón mismo de la fe cristiana: el Dios Trino, que por amor se hizo hombre en Jesucristo para salvarnos.