Europa, atraviesa hoy un cambio profundo y acelerado en su panorama religioso. De ser cuna de teólogos y catedrales, se ha ido convirtiendo en mega territorio sin afiliación religiosa.
Un reciente informe del Pew Research Center (PRC), de junio de 2025, traza un diagnóstico claro: la fe cristiana, en sus distintas expresiones, está perdiendo terreno. Y el cristianismo evangélico-pentecostal, que en América Latina ha sido un motor vibrante de crecimiento, en Europa permanece como una presencia marginal, casi invisible.
Un continente que deja la fe atrás
La cifra de cristianos en Europa ha sufrido un gran desplome, pues en 2010 eran alrededor del 75 % de la población. Una década después experimentó una caída de 8 puntos porcentuales.
Según el estudio de PRC, en 2020 la población europea ascendía a 753 millones de personas. De ellas, el 67 % se identificó como cristiana (católicos, protestantes, ortodoxos y evangélicos), y el el 25 % como no afiliada religiosamente (ateos, agnósticos y “nada en particular”), mientras que el el 6 % se identificó como musulmana.
La tendencia es clara: el cristianismo retrocede y los no afiliados crecen. De hecho, entre 2010 y 2020, el número de cristianos en Europa cayó un 9 % (unos 50 millones de personas), mientras que los no afiliados aumentaron un 37 %, llegando a los 190 millones.
Esta dinámica ha llevado a que países como Francia y Reino Unido y Países Bajos hayan perdido su mayoría cristiana, y ya tengan más personas sin religión que cristianas.
¿Y los evangélicos?
Para quienes ven en el cristianismo evangélico y pentecostal una fuerza renovadora, como ha sido el caso en América Latina y África, la realidad europea puede resultar desconcertante. En este continente, la presencia evangélica es muy reducida y no ha logrado revertir la tendencia secularizante.
En Alemania, por ejemplo, los evangélicos sin considerar el protestantismo histórico luterano, representan apenas el 1 % de la población. En Polonia, los pentecostales alcanzan solo el 0.08 %.
En Rusia, los protestantes en general —incluidos pentecostales, bautistas y otras ramas— no superan el 1 %. En Francia y España, los datos específicos son más escasos, pero los informes confirman que el crecimiento evangélico ha sido marginal.
Ni siquiera en países del este europeo, más conservadores en lo cultural, el evangelismo ha tenido un auge comparable al del sur global. Aunque hay iglesias vivas, comprometidas y misioneras, son pequeñas islas en medio de una sociedad que dice no esperar ni necesitar a Dios en el centro de su vida.
Católicos a la baja
El catolicismo, tradicionalmente dominante en países como Francia, España y Polonia, también ha sufrido un marcado descenso. En Francia, el número de católicos ha caído del 81 % en 1986 al 47 % en 2020.
En España, si bien el 55 % de la población aún se identifica como católica, sólo el 18 % se declara practicante. En Polonia, uno de los países más católicos de Europa, la afiliación cayó del 87.6 % en 2011 al 71.3 % en 2021.
En todos estos casos, el fenómeno más preocupante es la desvinculación entre identidad y práctica: hay quienes aún se llaman católicos, pero han dejado de creer, orar o participar de la vida eclesial.
Ortodoxos en resistencia
En Europa del Este, especialmente en Rusia, la Iglesia Ortodoxa mantiene mayor presencia. En 2020, el 63 % de la población rusa se identificaba como ortodoxa. Sin embargo, esta afiliación también ha sufrido erosión pues diez años antes eran el 71 %. En muchos casos, la ortodoxia se mantiene como identidad cultural más que como compromiso de fe.
El desafío
Sin duda, los evangélicos evangelizadores de América Latina enfrentan el gran desafío de cambiar de mentalidad. De estar acostumbrados a recibir las noticias de Europa, ahora deberán ser portadores de un Evangelio renovado.
No es una tarea fácil. El formato no puede ser el mismo que se aplica en los países de América. Lo que no podemos negar es el hecho de que debemos voltear a ver Europa.
