InicioTeología Pastoral y EclesiologíaLa Misión según Lucas 10: propósito fundamental y discernimiento del método

La Misión según Lucas 10: propósito fundamental y discernimiento del método

La misión descrita en Lucas 10 desafía los mapas tradicionales del evangelismo moderno. Jesús envía a sus discípulos no sólo a pueblos que nunca le han escuchado, sino también a comunidades religiosas que necesitan redescubrir el Reino. 

Este ensayo colectivo de Eco Cristiano examina si el propósito de la misión justifica cualquier método de evangelización y si propone, a la luz de la teología evangélica contemporánea, un horizonte misionero más fiel al estilo de Jesús y más urgente para nuestra realidad latinoamericana.

Misión no es geografía: es revelación

Lucas 10 suele ser leído como un manual para enviar misioneros “lejos”, hacia lugares donde Jesús no es conocido. Sin embargo, el texto muestra algo más profundo: Jesús envía a sus discípulos a aldeas de Israel, a comunidades religiosas, a personas que conocían la Ley y participaban de la fe de sus padres. El envío no se dirige a un vacío religioso, sino a un vacío de reconocimiento espiritual.

John Stott observó que la misión cristiana comienza exactamente ahí donde el pueblo de Dios vive una fe heredada pero no obedecida, una religión visible sin una conversión interior¹. Por eso, la misión no se limita a territorios “no alcanzados”, sino que busca despertar la fe donde duerme, incluso en sociedades que pronuncian el nombre de Jesús sin vivir su Reino.

En este sentido, Lucas 10 desmantela la lógica geográfica moderna que restringe la misión a lugares culturalmente no cristianos. El Reino se acerca a todo el que no lo ha recibido, incluso si ese “todo” se encuentra dentro de las fronteras de la cristiandad.

El propósito del envío: abrir espacio al Reino

El envío en Lucas 10 tiene un propósito explícito: “El Reino de Dios se ha acercado”. Esto no es un dato, sino una urgencia espiritual. Jesús no manda a sus discípulos a ofrecer información religiosa, sino a preparar el corazón humano para la visita de Dios.

René Padilla lo expresó diciendo que la misión consiste en “hacer presente el señorío de Cristo allí donde la vida humana se ha desconectado de Él². Esto ocurre tanto en pueblos que jamás han oído el Evangelio como en barrios donde las iglesias están llenas pero la conversión es débil y la justicia es escasa. La misión, entonces, no apunta solo a quienes no conocen a Jesús, sino a quienes no han hecho espacio a su Reino.

Orlando Costas añadirá que la misión es también “una palabra de juicio sobre la religiosidad vacía”³, porque el Evangelio no se contenta con ser cultura: exige ser vida

En América Latina, donde la fe es masiva pero a menudo superficial, esta afirmación es fundamental. El propósito del envío no es cubrir el mundo de cristianismo cultural, sino permitir que la irrupción del Reino transforme las relaciones, la ética, la comunidad y la vida interior.

¿El propósito valida el método? El estilo del Reino como criterio

Aquí emerge la pregunta decisiva: Si el propósito es tan grande —que todas las personas encuentren el Reino—, ¿puede la urgencia justificar cualquier método misionero?

Lucas 10 responde con claridad: no. Jesús regula el modo de ir para proteger la credibilidad del mensaje. El método de la misión es parte del mensaje mismo.

El envío exige pobreza de medios, sencillez, dependencia de Dios y hospitalidad respetuosa: “Vayan como corderos entre lobos”; “No lleven bolsa”; “Coman lo que les pongan”. Cada una de estas instrucciones apunta al corazón de la misión: no se puede anunciar el Reino con métodos que contradicen su espíritu.

David Bosch, en su obra monumental Transforming Mission, insistió en que la misión pierde su esencia cuando se adhiere a la lógica de la conquista, la expansión religiosa o la productividad empresarial⁴

La misión que emplea métodos coercitivos, manipuladores, agresivos o culturalmente impositivos se vuelve contraria al Reino, aunque su propósito sea evangelizar.

Lesslie Newbigin añadió que, en sociedades postcristianas, la misión debe recuperar el “estilo de Jesús”, porque solo una vida encarnada puede confrontar la incredulidad nacida de experiencias negativas con la religión. El propósito nunca justifica un método contrario al Evangelio; más bien el propósito necesita métodos que revelen el carácter del Dios que enviamos.

Este principio es decisivo para evaluar la misión actual: si un método contradice la mansedumbre, la humildad, la justicia y la compasión del Reino, deja de ser misión y se convierte en propaganda religiosa.

Misión también en casa: los territorios saturados de religión

Cuando la misión se define solo como viaje hacia “los que nunca han oído”, se produce un efecto distorsionador: se excluye de la misión a los pueblos cristianos nominales. No se evangeliza a quien “ya es cristiano culturalmente”, aunque su vida no haya sido transformada.

Christopher Wright ha señalado que esta reducción geográfica dificulta ver la misión como participación en la obra de Dios, que actúa donde Él quiere y no donde nuestros mapas priorizan. La misión debe incluir tanto las etnias no alcanzadas como los vecindarios saturados de tradición religiosa que han dejado de escuchar la Palabra como novedad.

En América Latina esto es especialmente urgente. Es un continente donde millones portan símbolos cristianos, conocen historias bíblicas y celebran fiestas religiosas… pero viven en un entorno marcado por violencia, injusticia, corrupción, adicciones, pobreza, impunidad y desesperanza. La religiosidad masiva no ha dado origen automáticamente a un tejido social cristiano.

Valdir Steuernagel habla de la necesidad de una “misión en la casa del Padre”: una misión que reconozca que el pueblo religioso también necesita una nueva escucha, una nueva conversión y una nueva obediencia. Misión no significa “llevar a Dios donde no está”, sino descubrir dónde el pueblo no está dejando entrar a Dios.

Un llamado para nuestro tiempo: la misión como despertar del corazón

Lucas 10 nos enseña que la misión no es para quienes nunca oyeron hablar de Jesús, sino para quienes —habiéndolo oído— no han encontrado aún su Reino. El propósito es universal, pero el método es evangélico; no cualquier camino conduce a la vida, solo aquel que encarna el estilo del Maestro.

En un continente donde la religiosidad es abundante pero la esperanza es frágil, la misión debe volver a ser lo que fue en Lucas: una cercanía humilde al corazón humano, una preparación para la llegada de la gracia, un testimonio que no manipula ni conquista, sino que sirve y sana.

La misión en nuestro tiempo necesita recuperar esa claridad: anunciar un Reino que se acerca, pero hacerlo del modo en que Él se acerca. Porque el propósito es santo, pero es el método —el estilo de Jesús— el que permite que el Reino sea creíble.

Notas

¹ Stott, John. Christian Mission in the Modern World.

² Padilla, René. Misión Integral.

³ Costas, Orlando. Cristo fuera del campamento.

⁴ Bosch, David. Transforming Mission.

⁵ Newbigin, Lesslie. The Gospel in a Pluralist Society.

⁶ Wright, Christopher. The Mission of God.

⁷ Steuernagel, Valdir. Diversos escritos sobre misión pastoral latinoamericana.

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