El confinamiento en casa y la paralización de la economía por el COVID-19 han traído mucho desempleo, hambre y angustia en muchos hogares. Sin embargo, por todas partes han surgido iniciativas solidarias, para ayudar a quienes han quedado desprotegidos.
En toda América Latina ha habido iglesias, empresarios y muchas organizaciones que han ideado formas de ayudar a esas personas, aunque la mayoría de sus acciones son desconocidas y no divulgadas en los medios informativos. Son incontables los apoyos que se implementan a favor de los más desfavorecidos, a veces entre vecinos y familiares.
En el sentido contrario, muchos han mostrado egoísmo. Son insensibles e incapaces de compartir. Se imaginan que, si ayudan a otras personas, se van a quedar sin lo necesario para sí y los suyos. No han experimentado la felicidad profunda que trae hacer felices a otros.
¿Qué dice la Biblia?
En Mateo 9, 35-36 leemos que “Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia del pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo compasión por ellas, porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor”.
En Mateo 14, 13-21 vemos que cuando los apóstoles querían desentenderse de la gente (“El lugar es desierto y la hora pasada, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y compren de comer»), la respuesta de Jesús es contundente: “denles ustedes de comer”. Y con cinco panes y dos peces alimentó a las multitudes. Con razón Pedro, en Hechos 10,38, sintetizó la vida de Jesús así: “anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos”.
La primera comunidad cristiana era muy solidaria: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma. Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia era sobre todos ellos. Así que no había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hechos 4,32-35).
Esto sigue pasando entre nosotros, con sus matices. Eso es ser cristiano, verdadero creyente: compartir, ser solidario, interesarse por los demás, sobre todo por los que pasan alguna necesidad.
¿Cómo vamos a regresar a la congregación física?
En este momento en América Latina muchos templos se están abriendo, y algunos abrieron hace pocas semanas. Esperemos que la reapertura de los templos cristianos no sea motivada por razones financieras sino por la necesidad de los corazones de los creyentes de reavivar su fe en una congregación.
Esperemos que la reapertura de los templos cristianos infunda esperanza y confianza en las almas abatidas por esta temporada de pandemia mundial, pero que la reaperturas se haga con responsabilidad cuidando la salud, pues el Covid-19 no se ha ido.
Que el regreso conforte a los hermanos que con dificultades sobreviven en estos tiempos de escasez de trabajo, y que despierte el amor solidario en aquellos que viven con holgura y que nos invada el mismo Espíritu que invadía a las primeras comunidades cristianas que se inspiraban en el amor infinito de nuestro Señor Jesús.
Que el retorno a la congregación sea en el espíritu de Cristo Jesús.