¿Cómo justificar que un médico de un hospital, el médico más capacitado del mundo, sea capaz de curar a todos los enfermos de ese hospital y no lo hace? Cualquiera pensaría que ese médico no merece ostentar el título de esa profesión pues no tiene la compasión para esforzarse por salvar la vida de los enfermos. De la misma manera habrá quienes piensan que Dios no merece ser Dios -aunque lo sea- porque pudiendo evitar el mal no lo hace. ¿Acaso le falta misericordia a Dios? ¿Entonces por qué permite el mal?

Si Dios es solamente bueno, y sólo sabe hacer el bien ¿por qué existe el mal? Dios, por ser Dios, es todo poderoso, es decir, omnipotente. Y si Dios es omnipotente y es bueno, el mal no tiene cabida en su obra. 

La existencia del mal puede ser el resultado del libre albedrío de la criatura de Dios, pero que una persona pueda hacer daño a otra, ya implica que Dios lo permite, pero si Dios es todo bondad ¿por qué permite el mal?

La capacidad de Dios para acabar con el mal es indudable, pues es Dios y Dios todo lo puede, ¿pero entonces Dios, que sí puede acabar con el mal, no quiere hacerlo? Esto nos remite al caso del médico que pudiendo acabar con la enfermedad del hospital no quiere hacerlo. 

Ya Epicuro había planteado el dilema: o Dios quiere quitar el mal del mundo, pero no puede; o sí puede, pero no lo quiere quitar; o no puede ni quiere; o sí puede y quiere. Ahora bien, si quiere y no puede, no es omnipotente; si puede y no quiere, no nos ama; si no quiere ni puede, no es el Dios bueno y, además, no es omnipotente; o si puede y quiere -y esto es lo más seguro-, pero entonces ¿de dónde viene el mal y por qué no lo elimina?

Muchos han fundamentado su ateísmo en su incapacidad de conciliar la bondad, el amor y el poder infinito de Dios con el mal que existe en su creación, sobre todo cuando ese mal parece ser enviado por Dios mismo, cómo es el caso de los desastres naturales y las enfermedades congénitas que afectan a personas probadamente inocentes como son los niños.

Pero ¿acaso son los creyentes los responsables de explicar el mal en la humanidad? No, pues el mal afecta igual a creyentes que a no creyentes. La fe de una persona no lo exime de padecer una catástrofe ni un mal congénito, ni un asalto, ni un accidente. De la misma manera una persona atea por ser atea no evitar padecer y sufrir el mal. 

El mal se debe ubicar en el ámbito al cual realmente pertenece, o sea, en la constitución del mundo y del hombre, es decir, en el ámbito de lo finito de la creación y no en lo infinito de Dios. Dios es infinito, lo que significa que es perfecto y eterno; en cambio la creación es finita, lo que significa que tiene límites y es imperfecta.

Ubicado el problema del mal en lo finito de la creación, podremos entender fácilmente que en lo finito de la creación existen límites, es decir, dentro de lo finito se presentan carencias, ausencias, abandonos, insatisfacción, dolor, tristezas, angustias, etc. 

En otras palabras, el mal no lo podemos explicar en el absoluto e infinito de Dios, sino en las limitaciones de la creación. La creación no puede ser infinita, sino finita, no puede ser perfecta sino imperfecta, no puede ser absoluta sino limitada. 

Una realidad finita es necesariamente carencial. En el mundo finito unas cualidades excluyen a otras, no puedes ser círculo y cuadrado a la vez, si eres varón no puedes ser mujer. En el mundo finito la humanidad es frágil, comete errores, lastima, hiere, no porque sea esencialmente malo, sino por su misma finitud, por sus carencias. La mamá pájaro tiene que salir a buscar sustento y al hacerlo desprotege a sus crías. El ser humano que acapara riqueza generalmente tiene que ser a costa de otros seres humanos. 

Al mundo le pertenece la contingencia, lo cual implica la limitación. La finitud, es decir, la limitación, le pertenece al mundo y es ella la condición para que el mal sea posible (aunque eso no significa que la finitud en sí misma es mala). La limitación es la condición de la posibilidad de todos los males.

La finitud de la creación despierta el deseo de ser infinito, aunque en esencia eso no es alcanzable. La humanidad busca la perfección e incluso Jesús no sólo justifica esa búsqueda sino que la hace necesaria: “Sed, pues, vosotros perfectos, así como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto”(Mateo 5:48). En la medida en que los seres humanos se acerquen a la perfección, mayor será su bondad, mayor su amor y mejor la convivencia.

Sin embargo, los humanos con frecuencia confunden la perfección en el amor con la infinitud del poder y buscan no ser perfectos sino poderosos. Entonces abusan de la ignorancia, abusan de su poder y abusan de su tener. Buscan más riqueza, lo cual generalmente es a costa de los demás. Y ahí se expresa el reino de lo finito que quiere ser infinito pero de poder y riqueza. 

Dios no puede ser la causa del mal, ni lo busca ni lo permite. Dios sabe que su creación padece dolor, pero sólo creándola puede manifestar su amor por ella. Dios podía no crear, y al no crear se evitaría el dolor y el mal, pero necesitaba manifestar su amor aún en medio de las limitaciones de la creación. 

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