“Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.” — Mateo 6:10
En el vaivén de los días, entre pendientes, preocupaciones y noticias que nos desgastan, el alma anhela algo más profundo: una conexión con el Cielo. No una evasión de la realidad, sino una forma de vivirla con sentido, con propósito, con paz.
Dios no está lejos ni indiferente. Su voluntad no es una carga pesada ni un misterio inaccesible. Es una propuesta de amor, una invitación a vivir de manera plena, como hijos e hijas que confían en su Padre.
Jesús, al enseñarnos a orar, nos mostró que el deseo central del creyente no es que se cumpla lo que nosotros queremos, sino lo que Dios quiere… porque lo que Él quiere es siempre lo mejor para nosotros.
Cada amanecer es una nueva oportunidad para decir: “Señor, hoy quiero hacer tu voluntad. No la mía. Ayúdame a escucharte, a discernir, a obedecerte con alegría”. Cuando hacemos esto, nos conectamos con el Cielo.
Y aunque no desaparezcan los problemas, algo dentro de nosotros cambia: la inquietud se transforma en serenidad, el miedo en confianza, y el cansancio en una fuerza que no sabíamos que teníamos.
Oración:
Señor, hoy me levanto buscando tu voluntad. Quiero hacer de este día una ofrenda viva, caminar contigo y servirte en lo pequeño y en lo grande. Que tus pensamientos sean mis pensamientos, que tus caminos sean mis caminos. Ayúdame a escuchar tu voz en el silencio, en la Palabra, en los acontecimientos, en los demás. Y que al final del día pueda decir con paz: “Padre, hice lo que me pediste”. Amén.
Para vivirlo hoy:
- Haz una pausa antes de tomar decisiones importantes y pregunta a Dios en silencio: “¿Qué quieres que haga?”.
- Lee un pasaje del Evangelio y pide que te inspire a actuar con amor.
- Ofrécele a Dios cada momento del día como un acto de obediencia confiada.
