martes, abril 30, 2024
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¿Por qué los cristianos nos decimos hermanos en Cristo?

La expresión “hermanos en Cristo” es de las más hermosas que nos identifican como hijos de Dios. Nos decimos y somos hermanos porque tenemos una relación especial con Él. Ser hermanos en Cristo nos da la responsabilidad de los unos por los otros de cuidarnos y animarnos en la fe, además de protegernos del enemigo que nos acecha para incitarnos a abandonar el Evangelio.

En Gálatas 6,10 se nos dice que debemos amar a los demás como a nosotros mismos, pero nuestra familia espiritual tiene un lugar especial: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe”. 

Ya Pablo reconoce la relación de familia de Dios entre Cristianos, pues en Colosenses 1, 2 dice: “a los santos y fieles hermanos en Cristo que están en Colosas: Gracia y paz sean a ustedes, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo”.

Ver la iglesia como una fraternidad en Cristo nos lleva a una concepción radical de la iglesia, muy distinta de la que se forja en distintos moldes culturales.

La carta de Pablo a Filemón nos da algunas claves esenciales para comprender lo que significa ser hermanos en Cristo.

Se trata de un documento precioso en el que Onésimo, un esclavo de Filemón, ha huido de su amo, quien era cristiano, pero Onésimo conoce a Pablo, y llega a ser también cristiano. Ahora Pablo envía a Onésimo de vuelta con su amo, acompañado de una carta de recomendación.

Pablo le pide a su amigo Filemón que reciba a Onésimo como a un hermano en una carta llena de indicaciones sobre lo que significa ser hermanos en Cristo.

Ante todo, ser hermanos en Cristo es una gracia (Filemón versos 3 y 25). No es algo que nosotros hayamos logrado, conseguido, ni siquiera pensado. Es un regalo de Dios. Y este regalo de Dios entraña la “paz” (v. 3). 

Ser hermanos en Cristo significa que, al ser cristianos, rompemos las fronteras culturales, étnicas y nacionales, uniendo en un cuerpo a personas de distintas procedencias.

Somos hermanos porque, en esta familia, todos tenemos un mismo Padre y un mismo Señor que es Jesús (v. 3). En esa unidad, ser hermanos significa ser “colaboradores” (versos 1 y 24). Cuando Pablo miraba a las iglesias, no veía meras “ovejas” sino colaboradores.

En Efesios, el concepto de ser hermanos rebasa fronteras y barreras culturales. Los antiguos enemigos pasan a ser hermanos (Ef. 2,13-15): “Pero ahora en Cristo Jesús, ustedes que en otro tiempo estaban lejos, han sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz”.

Otra connotación de ser hermano es ser “compañero de milicia” (Filemón v. 2). Literalmente, “co-soldado” (systratiotes). Esto nos da una idea importante de la perspectiva en la que se mueve la iglesia cristiana. 

Cuando los cristianos son carnales, pelean entre ellos (1 Co. 3,3). Cuando los cristianos son espirituales, su lucha ya no es contra personas, sino que tienen un enemigo común: los principados y las potestades de maldad (Ef. 6,12).

Entender la iglesia como comunidad de hermanos en Cristo significa vernos como un conjunto de soldados luchando contra un mismo enemigo, y necesitando el apoyo de los demás en una misma lucha.

Otra característica de los hermanos en Cristo es que somos «compañeros» (v. 17). Se trata de la expresión griega koinonos que también podría traducirse como “socios” y la idea que está detrás es la de tener algo en común. De hecho, el cristianismo primitivo, hasta el siglo IV, se caracterizó por compartir intensamente los bienes, tal como vemos en los capítulos 2 y 4 de los Hechos. 

El razonamiento detrás de la carta de Filemón es justamente el siguiente: si Onésimo, el antiguo esclavo de Filemón, es ahora hermano de Pablo, inevitablemente tiene que ser también hermano de Filemón, porque ambos son socios. Antes Onésimo era inútil para Filemón (es un juego de palabras porque Onésimo significa útil), pero ahora es útil tanto para Pablo como para Filemón (v. 11), como compañeros que son.

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