La reciente visita del Papa Francisco a Irlanda ha puesto en el relieve de la opinión pública mundial la severa crisis del supuesto liderazgo moral de la iglesia católica. Los casos de Estados Unidos, Chile, Australia e Irlanda han sido de tal magnitud que han puesto contra la pared la autoridad moral de la iglesia que dirige la religión mayoritaria en el planeta.
En Irlanda, país que por siglos fue considerado “el país mas católico del mundo”, esta semana que precede diversas organizaciones activistas recriminaron a la jerarquía católica su pasividad e incluso complicidad ante delitos sexuales de sacerdotes y obispos en contra de adolescentes, al grado que solicitaron la dimisión del pontífice a cargo de la iglesia católica.
Pongamos las cosas en contexto. Durante muchos siglos Irlanda y Polonia fueron el bastión del catolicismo, pues de ahí surgieron grandes oleadas de teólogos, misioneros, y dirigentes religiosos para el mundo. La presencia católica en África, en Oceanía y en América del Norte se debe en gran medida al efecto misionero irlandés.
El caso de Irlanda es particularmente interesante porque todo el catolicismo Europeo se apoyó por décadas en la cantera irlandesa de sacerdotes. El seminario de San Malaquías fue desde 1833 el proveedor más importante de sacerdotes para el mundo. Su arquitectura y dimensiones dan cuenta de la magestuosidad de esta universidad escolástica que generaba sacerdotes como semillero de la fe católica.
Sin embargo, los síntomas del declive del poderío católico en el mundo se refleja en el declive de esa fe en el país más católico del planeta. El obispo de la diócesis de Down y Connor tomó hace unos días la decisión de cerrar el seminario de San Malaquías. ¿Cuál es la causa del cierre? Las aulas vacías. ¿Y la causa de las aulas vacías? La misma que explica las bancas vacías de los templos católicos.
Es en Irlanda donde los casos de abusos sexuales sobre seminaristas adolescentes se han manifestado en forma escandalosa lo que ha sido causa de que la sociedad irlandesa haya sufrido una aparatosa decepción de la fe católica.
Según estudios de la universidad de Georgetown, a pesar de que Irlanda tiene uno de los más altos niveles de asistencia diaria a misa, se ha producido un descenso masivo en la asistencia diaria al servicio religioso. Un ejemplo lo ilustra todo: entre 1996 y 2001 la asistencia regular a misa cayó de un 60 a un 48%, cuando en 1973 superaba el 90%. En el año actual se estima que la asistencia a misa no supera el 30%.
Todos sus grandes seminarios comenzaron a cerrar sus puertas, sólo quedaba el más grande y emblemático de San Malaquías y ahora también se cerrará. Aunado a esto, los templos tienden a estar vacíos, y de ser un país altamente religioso, se ha convertido en un país profundamente secular y mundano.
Los escándalos sexuales de los dirigentes de los seminarios y la complicidad de los obispos que en vez de denunciar los hechos optaron por proteger a los criminales, provocaron la caída estrepitosa de la fe católica. Este es un ejemplo vivo de que en todas las confesiones la feligresía espera congruencia y autenticidad. Es una clara muestra que ejemplifica lo que sucede cuando un dirigente espiritual le falla a su pueblo.
Los analistas católicos han hecho redoblados esfuerzos por justificar y explicar lo sucedido en Irlanda. Desde culpar a la Unión Europea por transformar la cultura irlandesa e impregnarle su secularismo, hasta confesar que la iglesia católica es tan santa como pecadora, argumento que no provoca más que una mueca de decepción al recordar al tristemente célebre sacerdote católico que al ser descubierto en un acto sexual con la esposa de un feligrés, se justificó diciendo “también yo soy un pecador”.
Lo que es claro es que la iglesia católica en el mundo entero está viviendo una de sus peores crisis de credibilidad moral pues lejos de ejercer un liderazgo espiritual, se ha convertido en un peligro para la sociedad y ha deteriorado los valores que dan sustento a cualquier organización religiosa.
La visita del Papa no calmó la furia irlandesa por los delitos sexuales de sus sacerdotes. Por el contrario, avivó más la indignación.