La presencia del Covid-19 en México ha hecho sentir sus efectos en la economía de manera muy temprana lo cual era de esperarse dada la precariedad financiera de la población. La mayoría de los mexicanos no tienen reservas financieras para más allá de tres días, y quedarse  en casa sin trabajar no puede provocar sino crisis profundas en los hogares.

Muchas críticas recibió el gobierno de México, particularmente el Presidente Andrés Manuel López Obrador, por haber esperado el mayor tiempo posible para declarar la fase 2 de la epidemia, pero era más que razonable la espera hasta el límite pues la infección es más superable que una profunda crisis económica.

Los boleros, los vendedores ambulantes, los organilleros, las empleadas domésticas, los empleados de fondas de comida, el pequeño comerciante, los empleados adultos mayores, y muchos más sectores, ante la falta de actividad están siendo profundamente afectados apenas en el segundo día de la fase 2. ¿Qué podemos esperar para los días subsecuentes?

Muchos negocios se han quedado sin clientes.

Tal vez pronto veamos síntomas de desesperación, quizá mezclada con mezquindad, bajos sentimientos, ausencia de valores, pero en el fondo desesperación. Ya se deja ver el comienzo de saqueos a tiendas departamentales y a tiendas de conveniencia. Pero más que condenas inquisidoras, lo que hace falta son muestras del amor de Dios. Nos hace falta ver a los que pueden hacerlo, repartir despensas, botellas de agua y, sobre todo, mensajes de esperanza.

Tiendas departamentales y de conveniencia han sido saqueados en este mes de marzo.

Pronto nos hará falta ver a las iglesias y sus pastores volteando hacia afuera, hacia la calle, hacia la gente que comienza ya a sufrir por los efectos de la pandemia, pues esta gente será cada día mas. Seguramente muchas iglesias están ya tomando medidas de solidaridad, siempre lo han hecho en situaciones difíciles, como lo fue en el terremoto, como lo ha sido en las inundaciones, siempre mostrando el amor de Dios a la humanidad.

Es verdad que el coronavirus pronto mostrará sus efectos en la economía, pero debemos trabajar intensamente para que el principal efecto no sea el aumento de la pobreza, sino una fuerte y robusta solidaridad cristiana.

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