Entre iglesias cristianas existen divergencias sobre si un ministro puede ser llamado Apóstol, pues hay quienes sostienen que apóstol es un término exclusivo de quienes fueron llamados directamente por Jesús.
De acuerdo a este criterio las cualidades requeridas para ese apostolado son dos: haber sido seleccionado directamente por Cristo (Marcos 3,13-14: llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar) y haber sido testigos oculares del Cristo resucitado (Hechos 1, 22 -24).
Pablo fue el último en cumplir esos requisitos (Romanos 1:1) y ese es el fundamento de quienes piensan que no es posible que existan apóstoles en la iglesia hoy día.
En lo que no hay divergencia en las iglesias cristianas es en la definición de que el apóstol es el hombre que ha sido enviado a predicar el evangelio, y como fruto de su labor, funda nuevas congregaciones a la vez que forja nuevos pastores que cuidarán de ellas.
Una evidencia del verdadero apostolado enviado por Dios es su respaldo, es decir, las marcas distintivas de un apóstol, tales como señales, prodigios y milagros (2 Co. 12:12).
No todos los que fundan iglesias son apóstoles, ni todos los que dicen serlo; sino únicamente los que Dios en su misericordia ha llamado y ha enviado.
En la actualidad, muchos dicen ser “apóstoles” pero no viven de acuerdo al carácter de Dios.
Naturalmente es fácil reconocer a un verdadero siervo de Dios y distinguirlo de aquellos que solo quieren hacerse de fama y dinero.
Autor: No localizado.
