¿Te has preguntado cómo es tu familia y cómo te gustaría que fuera? nosotros como siervos de Dios tenemos el ejemplo de cómo es una familia cristiana: es la familia de Nazareth. Jesús nació en el seno de una familia, él era y es Dios, y es obvio pensar que su familia estaba llena de amor y no existían actos de violencia, ni gritos, ni golpes.

María y José se relacionaban con Jesús con el amor de los padres a un hijo. María enseñaba con amor y ternura los primeros pasos a Jesús, lo bañaba, le enseñó a comer, a leer, seguramente le contaba algo de historia, le mostraba y hacía saber  lo importante que significaba él para ella.

Nosotros debemos imitar el amor, el cariño, la ternura, la comprensión y el perdón de nuestra familia modelo: la familia de Jesús.

Es cierto que en la actualidad la angustia de perder un trabajo, la desesperación, la zozobra de las adversidades que tenemos día con día, nos hacen titubear de la esperanza y confianza en Dios, pero esos problemas no deben estar por encima del amor que debe reinar en nuestras familias.

Los resentimientos, el dolor, el llanto,  no son el motor del amor. Es válido enojarnos, pero siempre debemos de buscar la reconciliación, debemos perdonar y tener un diálogo para disolver las diferencias que pueden existir con los hijos. Debemos respetarnos unos a otros principalmente en el hogar, pero también en el trabajo, en la calle, en cualquier ámbito donde nos desenvolvamos.

Papás, recordemos que en los primeros años de vida con nuestros hijos, la educación que se les dé en casa condicionará su futuro comportamiento en la escuela y en la sociedad. Por eso es muy importante educarlos con amor, no con violencia, por que si les pegamos o les gritamos ellos perderán seguridad y autoestima.

Queremos y necesitamos hijos fuertes, seguros de sí mismos, para que puedan enfrentar los retos de una vida difícil que es lo que enfrentamos en estos tiempos. Si nuestros hijos crecen con inseguridad van a ser presa fácil de supuestos amigos suyos que les pueden invitar a consumir cosas nocivas para su salud y su vida. Pero para que crezcan con seguridad y amor necesitamos educarlos con amor no con violencia.

Los padres de hoy en día trabajan mucho tiempo y tienen poco tiempo para dedicárselo a sus hijos que son cuidados por sus abuelos, la televisión o el internet, con una clara ausencia de valores y pérdida de la autoridad. Busquemos siempre dialogar con nuestros hijos y hacer que ellos nos tengan confianza. Yo me imagino que Jesús, cuando tenía alguna duda, buscaba a su madre para que le aclarara sus dudas, lo formaba día a día  en los valores. Jesús seguramente también jugaba y es que el juego es el principal factor sociabilizador del niño. En el juego el niño se desenvuelve para aprender pero en su juego comete errores de los cuales también aprende. Los adultos al ver los errores de los hijos debemos expresarles nuestro amor, nuestra comprensión, reprenderlos con amor para no limitarles su capacidad para aprender.

Por eso, papás, eduquen a sus hijos sin violencia, recuerden que los golpes, pellizcos o manazos solo provocan que nuestros hijos sean inseguros o violentos, démosles cariño, amor y confianza para que sientan el amor de Dios a través de sus padres. ¿Que cuando cometen errores necesitamos corregirlos? cierto. ¿Que hay que hacerlo con energía? es cierto, pero no con violencia, mejor con amor.

¿Cómo educar sin violencia? Imitando a la familia de Nazaret.