03-12-2024
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Estuvo a punto de abortar, hoy su hija tiene dos años. “El aborto mata más que el Covid”, dice hoy”

“Esto del aborto es un flagelo que mata muchos niños y mamás, mata más que el COVID”, afirmó Liz Martínez, una madre colombiana de 33 años que hace casi dos años estuvo a punto de abortar a su pequeña Lucrecia.

Liz es una de las muchas madres que reciben ayuda de la Fundación Coalición por la Vida Mamás 40, vinculada a la iniciativa de oración 40 Días por la Vida, que ayuda a embarazadas en situaciones vulnerables.

“Le doy gracias a Dios por la fundación. Han salvado muchas vidas. Sin ellas yo habría abortado y no me lo habría perdonado. Ellas son nuestros ángeles”, cuenta esta madre a la agencia de noticias ACI Prensa.

“Doy gracias a Dios porque si no fuera por estas personas habría matado a mi hija que es lo mejor que me ha pasado. Es una morena de ojos verdes, hermosa, un terremotico, pero es mi hija. Le doy gracias a Dios, Él sabe cómo hace sus cosas”, expresó.

Lucrecia Yepes Martínez nació el 6 de junio de 2019. Es la cuarta hija de Liz, cuyo primer embarazo fue a los 16 años. Cuando eso pasó, recuerda, “siempre rechacé la idea del aborto y nunca lo consideré, y siempre que me preguntaban decía que no lo haría”.

“Con mi esposo tuve otros dos hijos y duré con él 14 años. Llegó la infidelidad de su parte y me divorcié. Trate de perdonarlo y no pude”, relató.

“Cuando me divorcié quedé con mis tres hijos, Santiago de 16, Danilo de 14 y Evan de 10. Luego de un año de divorciada conocí a una persona que fue mi novio. Me operé [con una ligadura de trompas] cuando tuve al de 10, para no tener más hijos”, relata esta madre colombiana.

Sin embargo, Liz quedó nuevamente embarazada, y el médico le dijo que podía ser un embarazo ectópico, es decir que se desarrolla fuera del útero, pero no fue así. “Se había reconstruido la trompa izquierda y el bebé estaba en el útero. Entré en crisis. El papá de mi hija es policía, divorciado, tenía ya tres hijos”.

“‘Es un embarazo normal y puede llegar a término’, dijo el doctor. ‘Es imposible’, decía yo, pero el médico me dijo que para Dios no hay imposibles y que en su carrera ya había visto otros pocos casos de mujeres operadas que resultaban embarazadas”.

Aunque su pareja, 15 años mayor que Liz, estaba dispuesto a ayudarla, ella dijo que lloraba mucho porque con ayuda de sus padres había logrado estudiar tres semestres de psicología, “porque mi sueño era ser psicóloga. No quería tener más hijos, no me veía con cuatro hijos. Entré en una crisis terrible y no comía”.

La madre de Liz le ofreció dinero para abortar pero ella no quiso. Esto hizo que dejara de apoyarla con el pago de la universidad. Liz también perdió la custodia de sus hijos y con la situación más complicada buscó dónde abortar.

“Fui a un centro de abortos en [el barrio bogotano de] Teusaquillo que se llama Oriéntame. Me ofrecieron hacer el aborto con legrado. Me dijeron que mi hijo era un saco de células en el que todavía no hay vida, pero era mentira y yo ya tenía siete semanas. Me dijeron que costaba 580 mil pesos y acepté”, comparte Liz con ACI Prensa.

“Me dijeron que les contara por qué quería abortar. Y me preguntaban qué iba a hacer con cuatro hijos. Ellas te convencen de abortar”, agrega.

“En esos momentos está uno confundido, como alarmado, no ve más salida. Es un callejón oscuro. Me veía la cara transformada, triste, apagada y fea”, dijo.

Cuando salió del centro de abortos vio a algunas personas que eran de 40 Días por la Vida, una iniciativa de oración que ora por el fin del aborto en Colombia y en todo el mundo, y que ya ha logrado salvar la vida de cientos de bebés.

“Una mujer me miró. Me sentí mal y escondí en la mochila la prueba de embarazo. Me siguió mirando, me sentí apenada y cuando di dos pasos ella se me cruzó. Me preguntó con dulzura cómo estaba. Se presentó, me dijo que se llamaba Andrea y me preguntó si estaba embarazada”, recordó.

Liz le contó su situación y otro señor se acercó. “Me dijo que era médico y que él y los otros venían a salvar la vida de los bebés. Caminamos dos cuadras que se me hicieron eternas. En el lugar al que me acompañaron me recibió una psicóloga. Me hicieron una ecografía y me hicieron escuchar el corazón del bebé”, algo que no sucedió en el centro de abortos porque allí “no dejan ver nada”, dice Liz.

“La psicóloga estuvo conmigo como cuatro horas. Fui a mi casa, me acosté y lloré. Mi mamá me quitó el apoyo para estudiar. Ya me habían quitado a los hijos. Me quedé sola. El papá de mi hija se pensionó y en tres meses no iba a recibir sueldo. No teníamos para el mercado ni nada. Además, me quedé sin trabajo”, recuerda la madre.

Ante esta situación, de la Fundación Coalición Mamás 40 siempre le enviaban comida y la apoyaban. Sin embargo, “en ocasiones me volvía la idea de abortar, pero en la terapia psicológica pude comprender que yo sí quería tener y proteger” a Lucrecia.

Liz comenta también a ACI Prensa que “aunque el papá de la niña es prepotente sí me apoyó en el embarazo, pero sin las mujeres de la fundación yo habría abortado y no me lo habría perdonado”.

“Cuando nació la niña seguí siendo parte del grupo que recibe ayuda de la fundación. Allí nos capacitan y nos ayudan en lo laboral, nos dan cosas para los hijos”.

“Siempre están pendientes. Ahora me han enviado un corral y ahí pongo a Lucrecia cuando cocino, por ejemplo”, añade.

Para concluir, Liz afirma que “cuando pueda pienso unirme a la fundación para salvar más vidas”.

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