Hoy se habla de patriarcado, de feminicidios, de violencia contra la mujer, de violencia familiar, y se culpa al hombre como si por naturaleza fuera violento, se cumpla a las madres que abandonan a sus hijos como si por naturaleza fueran irresponsables de su familia, se culpa a los delincuentes, como si la humanidad toda se esté corrompiendo, pero ¿en donde está el problema?
Vivimos hoy un mundo polarizado en el que corremos el peligro de perdernos y tomar el camino de la oscuridad. Hoy, más que nunca, el bien se nos presenta como mal y el mal como bien.
El Demonio sabe enmascarar muy bien la verdad para llevarnos por donde él quiere. Si no estamos atentos a la voz del Señor, que se expresa con claridad en su Palabra, es fácil que terminemos en sus redes.
Hoy se nos hace creer que el problema es el abuso del hombre sobre la mujer, cuando la verdad es otra y se nos hace creer que los problemas están en la falta de leyes que protejan a los débiles (mujeres, niños y ancianos), cuando la verdad es que las leyes existen, desde el Levítico, hasta la constitución de los Estados Unidos Mexicanos, cuando el problema en realidad es la IMPUNIDAD.
Este es y ha sido siempre el gran problema de las sociedades y de los pueblos (incluido el Pueblo de Dios). Dios ha mandado con claridad que quien no cumpla la ley debe recibir un castigo. El mismo lo ejecutó con Adán y Eva que por transgredir la UNICA ley que les había dado, fueron expulsados del paraíso.
Y así como eso, veremos que toda la ley está siempre seguida de las consecuencias de no obedecerla. Cuando reina la impunidad, la sociedad se corrompe rápidamente pues sabe que puede hacer todo lo que se le ocurra, y no habrá castigo.
No debemos olvidar que aun cuando el hombre, y de manera particular los gobernantes toleren, incluso fomenten la impunidad, la justicia de Dios es incorruptible y la sentencia que dio Dios al hombre, inexorablemente se cumplirá: “El día que comas del fruto del árbol que está en el centro del paraíso INEXORABLMENTE MORIRAS”.
Hoy tenemos que pedir al Señor que podamos volver a la justicia y al orden. Que las autoridades, en todos los ordenes, cumplan con su deber de hacer respetar la ley, de lo contrario será imposible que podamos volver a la paz y seguiremos acusando a quien no lo es.
Ni el hombre ni la mujer en si mismos son los culpables… Es la impunidad con aquellos (hombres y mujeres) que no son castigados por transgredir la ley y atacar a los mas débiles.