Recientemente tuvimos la oportunidad de leer un artículo del pastor Carlos Vargas Valdés, pastor de jóvenes y director de Desafío joven, quien al analizar cómo debemos comportarnos en la iglesia, hace una bonita comparación entre la iglesia y un jardín.
La iglesia es como un jardín, dice el pastor, ambos pueden crecer y llegar a ser hermosos, sin embargo, advierte el pastor Vargas, debemos estar pendientes por si crecen malas hierbas para poder arrancarlas antes de que crezcan y ahoguen a otras plantas.
Las malas hierbas a las que se refiere el pastor son el favoritismo de los líderes de las iglesias y el chisme que puede circular entre hermanos.
Y es verdad, el favoritismo de los líderes hacia los hermanos que les son agradables por su personalidad o por sus méritos, provoca que los demás hermanos se aíslen de los demás hermanos y se aparten de las actividades de la iglesia.
Un hermano que percibe que los líderes tienen favoritos en la iglesia, suele separarse no sólo de los demás sino que además poco a poco se va sintiendo más incómodo y en la primera oportunidad se separará de la iglesia.
Por supuesto, un hermano que se siente marginado tampoco va a participar en las actividades de la iglesia y, por sí fuera poco, escuchará con recelo las prédicas. Sin duda, el favoritismo es una mala hierba que puede destruir el hermoso jardín que es la iglesia.
Señala también el pastor Vargas que el chisme es otro de los males que pueden destruir a una iglesia, y efectivamente, el chisme es un misil destructor de toda relación, y la iglesia no está exenta de ser afectada.
El chisme se extiende como el fuego y ha habido iglesias que han desaparecido porque surgieron chismes y no se supieron apagar oportunamente. En Proverbios 26:20 nos hace este símil: “Sin leña se apaga el fuego,Y donde no hay chismoso, cesa la contienda”.
El libro de Proverbios nos advierte la necesidad de cultivar la fidelidad, ser personas dignas de confianza: El que anda en chismes descubre el secreto, más el de espíritu fiel lo guarda todo (11:13).
Los comentarios sobre la vida personal de los hermanos, su vida espiritual, sus pecados, su vida marital, sus hijos o su vida laboral, afectan al grado que al menos una familia termina desertando de la iglesia.
Y es que los chismes dejan afectada casi para siempre la reputación de la víctima de los comentarios en los pasillos de la iglesia. Por eso, extinguir ese mal debe ser una prioridad de los líderes de las iglesias. El autor de Tito nos da la pauta a seguir en nuestras iglesias: “Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres.” (Tito 3:2).