La palabra Misericordia se encuentra detrás de cada acto compasivo hacia nuestros hermanos en desgracia o en situación vulnerable. No es sólo un sentimiento de empatía, ni una simple solidaridad, sino la acción cargada de compasión hacia el dolor de otros, es decir, sentir el dolor del otro.
En un mundo que promueve el egocentrismo y la satisfacción de las necesidades propias, donde no cabe la generosidad, es muy difícil saber cómo ser un buen samaritano.
Sin embargo, la respuesta a la pregunta ¿cómo ser un buen samaritano en la actualidad? subyace en nuestro corazón y aguarda un momento de introspección para dejarse escuchar. ¿Qué acciones debes seguir?
Difícilmente nos encontraremos en situaciones idénticas a la que describe la parábola del buen samaritano, sin embargo la misericordia se puede vivir todos los días en acciones cotidianas que ayuden a otros a superar un momento complicado.
La misericordia se presenta como una pregunta a veces incisiva e incómoda. ¿Cómo te gustaría ser tratado en esta circunstancia de desventaja? ¿Qué te gustaría que hicieran los otros si te vieran en esta situación? Un buen samaritano hará con disposición y alegría lo que le gustaría que otros hicieran por él.
Podemos ser buenos samaritanos en nuestro propio hogar al hacer con amor algo por quienes viven a nuestro lado. Si nos sentimos un poco alejados de nuestros padres podemos tomar la iniciativa de un sincero acercamiento. Si percibes que tus hijos se desentienden de la familia, puedes iniciar con una sana y cercana conversación para integrarlos a la familia.
En tu lugar de trabajo o con tus amigos más cercanos también puedes ser buen samaritano si practicas la solidaridad, la justicia y la ayuda desinteresada.
Sin embargo, la misericordia más genuina se vive al conmoverse activamente por personas que no conocemos.
Un buen samaritano se detiene ante el dolor y busca aliviarlo sin importar el rostro de quien lo padece. Algunos ejemplos son: ceder el asiento a una persona que luzca más cansada que tú, adelantar deberes en casa para que otros no tengan que hacerlo o dejar un recipiente con agua en días calurosos para los animalitos sin hogar. En general es ceder un poco de nuestra cotidiana comodidad en beneficio de otros.
La parábola del buen samaritano nos muestra un ejemplo contundente de cómo vivir la vida cristiana frente a los prójimos que tienen una seria necesidad. Existe mucha gente en situación vulnerable que requiere de tu misericordia.
Donar una parte de tu tiempo, esfuerzo y a veces recursos económicos para ayudar a otros, visitar a los enfermos y darles palabras de aliento desde la perspectiva de la Palabra de Dios, son formas específicas de una auténtica vida cristiana. Lo contrario es la apatía, el desinterés por los demás.