Se había alejado de la gente para vivir su duelo a solas, aún resonaba en sus oídos la noticia de que su querido Juan el bautista había muerto por orden de Herodes. Se apartó a un lugar desierto, quería estar solo, pero una multitud que había llegado ahí desde las ciudades lo siguió.
Cuando Jesús se percató de que le seguía una multitud, sintió una profunda compasión, los miró y vió gente hambrienta, muchos enfermos, y decidió dejar su duelo para más tarde, ahora había que atender a los que lo necesitaban.
Por eso Jesús es el mejor pastor, porque es profundamente compasivo y sabe que su prioridad son sus ovejas. A los enfermos los curó y ahora era el tiempo de alimentarlos.
Ya anochece, deja que se vayan para que compren comida, le dijeron sus discípulos, pero Jesús les reprendió diciendo: no necesitan irse, ustedes denles de comer.
Aliméntenlos ustedes, parece una frase simple, así de fácil sería si los discípulos tuvieran un almacén lleno de comida. Los discípulos entienden el mandato, saben ahora que esa es su misión, alimentar a las ovejas del Gran Pastor, pero ¿con qué? se preguntan ellos, si aquí sólo tenemos cinco panes y dos peces.
Cuando la misión es clara, no hay otra cosa que hacer sino cumplirla, pero la duda es muy humana ¿con qué si aquí sólo tenemos cinco panes y dos peces?
Pero Jesús no te da una misión imposible, lo que sí te da es una misión que parece imposible, porque la percepción humana es así de limitada, pero Jesús no tiene límites, él sólo pide tener fe y de lo demás él se encarga.
Por eso pidió a la gente que se recostara sobre el delicado pasto, para que descanse y espere su alimento porque nada les faltará (Salmo 23). Él confía en que tú les darás de comer.