Los padres desean que sus hijos sean responsables, buenas personas, honestos y respetuosos, por eso procuran que su entorno sea saludable y hasta donde les es posible vigilan quiénes son sus amistades, vigilan lo que sus hijos ven y claro, tienen cuidado en observar a quién admiran sus hijos.
Por eso ser visto y quizá admirado por los niños y adolescentes es una gran responsabilidad. Toda persona con presencia pública tiene la responsabilidad de comportarse de una manera decentemente ejemplar para jamás ser motivo de escándalo para los niños.
Tan grave es ser mal ejemplo para los niños, que Jesús decía “cualquiera que haga tropezar a alguno de estos pequeños que creen en mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno y que se hundiese en lo profundo del mar” (Mateo 18-6).
En nuestros países de América Latina es común que los niños sean admiradores de jugadores de futbol, sin embargo, pareciera que estos personajes no están a la altura de la responsabilidad de ser admirados por los infantes.
Desde hace buen tiempo muchos futbolistas suelen tatuarse y lo hacen de manera exagerada. Otros se pintan el cabello de colores llamativos en exceso. Esto puede ser criticable y desde muchos puntos de vista reprobable. Pero el mal ejemplo para los niños que ven el fútbol no se queda ahí.
En el año 2005 un futbolista de Jaguares luego de anotar un gol se le ocurrió un particular festejo: agacharse junto a la línea de gol y aspirarla como si fuera una línea de cocaína, lo cual le acarreó una suspensión. Ya antes, en 1999 un jugador del Liverpool de Inglaterra hizo lo mismo y fue suspendido por cuatro juegos por la asociación de fútbol inglés.
Y precisamente este fin de semana pasado, en el juego entre puebla y Guadalajara, un jugador del Puebla luego de anotar un gol festejó simulando que inhalaba una sustancia. El árbitro no lo sancionó y aún no se sabe si la comisión disciplinaria lo hará. ¿Estarán conscientes de que miles de niños no sólo los ven sino que los admiran?
Esto nos deja claro que salvo honrosas excepciones, los jugadores de futbol no están conscientes de la responsabilidad que tienen o no les importa. Sin embargo, los futbolistas no han sido preparados para cumplir con su responsabilidad social sino que forman parte de una estructura de negocios donde el propósito es vender. El fútbol más que un deporte es un negocio.
Sin embargo, hay instituciones que no son negocio y tienen una seria inconsciencia de su responsabilidad social. Se trata de funcionarios públicos que en plena pandemia se van de fiesta a playas y lo publican en sus redes sociales. Pero también hay muchas iglesias que publican en redes sociales sus reuniones de amigos e incluso sus cultos donde no se toma ninguna medida sanitaria cuando estamos en plena pandemia.
Si los funcionarios o los líderes de ministerios cristianos no creen que exista el coronavirus SarsCov-2 quizá deberían aclararlo. Pero si creen que sí existe el virus quizá deberían aclarar en qué contexto se dan sus reuniones, festejos, juntas o convivencias que publican en las redes sociales. Los hermanos y hasta los inconversos que les siguen en redes sociales pueden malinterpretar o tomar un mal ejemplo de esos actos.