Los inéditos sucesos en Estados Unidos en que una multitud partidaria del presidente Donald Trump irrumpieron en el Capitolio cuando se realizaba el conteo de votos de la elección, provocaron el rechazo de un gran sector de líderes evangélicos.
Pastores como la televangelista de Florida Paula White, asesora espiritual de Trump y que lidera la Iniciativa Fe y Oportunidad de la Casa Blanca, recurrió a Twitter para expresar su decepción por la violencia política. “Siempre he denunciado y denunciaré la violencia y la anarquía en todas y cada una de las formas”, escribió en su cuenta de Twitter.
Por su parte Tony Perkins, uno de los principales activistas políticos evangélicos en Washington, que encabeza el grupo cristiano Family Research Council, también recurrió a las redes sociales el miércoles para expresar su oposición a la violencia en la sede legislativa.
“La anarquía no es el camino, y tales acciones dificultan que los estadounidenses respetuosos de la ley peleen la buena batalla. ¡Ore por nuestra República!», escribió Perkins.
El también activista político evangélico Ralph Reed, que dirige la organización cristiana Faith & Freedom Coalition, publicó en Twitter que la violencia es inaceptable: “La violencia en el Capitolio de Estados Unidos es un asalto a la democracia y al gobierno representativo”. “El recurso a la violencia de las turbas no tiene cabida en la vida de nuestra nación, lo condeno y lo repudio”.
Jack Graham, pastor de la Iglesia Prestonwood en Plano, Texas, también usó su cuenta de Twitter para objetar lo que vio en Washington. Escribió: «La violencia en la capital de nuestra nación debe ser condenada y la ley y el orden deben prevalecer».
El evangelista de California Greg Laurie, pastor principal de Harvest Christian Fellowship que ha asistido a eventos en la Casa Blanca a lo largo de los años, escribió en las redes sociales que está «alarmado por las imágenes» del Capitolio: «La protesta vibrante es estadounidense, la violencia y la anarquía no lo son».
Los hechos
Alrededor de las 14 horas de este miércoles 6 de enero seguidores del presidente tumbaron barreras de seguridad e irrumpieron en la sede del Poder Legislativo, sobrepasando a las fuerzas de la policía del Capitolio, rompieron ventanas, ingresaron al centro del edificio, a las grandes salas de ambas cámaras legislativas, paseando, gritando, enfrentando a policías sin respaldo y provocando pánico.
Varias banderas de la confederación ondeaban por los pasillos del Capitolio, algo que nunca fue posible, ni durante la Guerra Civil.
Hubo escenas de policía federal del Capitolio desenfundado pistolas y portando rifles, instrucciones a legisladores y sus equipos de tener a la mano máscaras antigás, alejarse de ventanas y puertas y estar preparados para esconderse debajo de sus escritorios, versiones de paquetes sospechosos y amenazas de bomba, evacuaciones de edificios legislativos en la zona generaron pánico e incredulidad.
Una y otra vez políticos y periodistas repetían: “nunca hemos visto algo así”. Los asaltantes ingresaron a las salas del Senado y la Cámara de Representantes, uno entró a las oficinas de la presidenta de la cámara baja, Nancy Pelosi; otro se sentó en la silla desde donde sólo un par de horas antes presidía Pence.
Una mujer aún sin identificar fue herida de bala por policías del Capitolio y más tarde murió en un hospital, y se informó de otras tres muertes por “emergencias médicas”; se reportaron varios policías heridos y más de 50 arrestos.
La alcaldesa de Washington, Muriel Bowser, declaró un toque de queda absoluto en la capital a partir de las 18 horas, nunca antes impuesto a ese extremo. Unas cuatro horas después, las autoridades declararon que el Capitolio estaba de nuevo bajo su control, pero manifestantes se mantenían en la periferia, a pesar del inicio del toque de queda.