Es frecuente que en nuestra congregación se presente una persona, una pareja o una familia que quiere conocer nuestra iglesia. Generalmente su visita se realiza un poco antes o durante el servicio dominical y también con frecuencia provienen de otra confesión en busca de Dios porque en donde estaban se sentían alejados del Creador.
También puede ser que el visitante provenga de otra iglesia cristiana, pero aquí nos referiremos a quien proviene de otra fe.
Muchas veces algún miembro de la congregación se le acerca al visitante y con buena intención le pregunta si ya conocen de Jesús, pregunta que se antoja incorrecta porque lo más probable es que el visitante tenga un concepto distinto de lo que esa pregunta significa y nos responda afirmativamente, puesto que ha leído la Biblia o simplemente ha escuchado pasajes del Nuevo Testamento.
En realidad lo que el miembro de la iglesia quiere saber es si ya son cristianos convertidos o si aún no han entregado sus vidas a Jesús, sin embargo, con el fin de no provocar confusiones o no convertir en incómoda la pregunta, es recomendable inferir la respuesta a lo largo de la primera conversación con preguntas como ¿De dónde nos visita? ¿Ya ha estado en otra iglesia cristiana? Si es así ¿cuál fue su experiencia? Etc.
El momento de la primera visita a nuestra iglesia es para el visitante un momento sumamente importante y le dejará una impresión que le durará por mucho tiempo y quizá por toda la vida, por eso la iglesia anfitriona debe cuidar mucho el acto de la recepción.
¿Quién es la persona adecuada para recibir al visitante? La persona ideal para dar la bienvenida al visitante es el pastor de la congregación, sin embargo dadas sus múltiples ocupaciones es difícil que tenga la oportunidad de hacerlo, por eso debemos pensar en que son los miembros del ministerio de Ujieres quienes deben ejercer esa función.
Los ujieres son personas previamente preparadas y formadas, entre otras cosas, para ejercer la práctica de dar la bienvenida a los visitantes, ya sea durante el culto o en cualquier otro momento. Los ujieres tienen la sensibilidad para percibir la situación del visitante y saben bien qué palabras usar, son personas formadas en la fe y conocen a la congregación.
Existen muchos casos en que el visitante se presenta en nuestra iglesia durante el servicio dominical sin que nadie le reciba, deambule solitario por los pasillos y se siente en forma aislada en el auditorio sin que nadie se le acerque. Al final del servicio se retira pensando en que nadie notó su presencia. En realidad no encontrará mucha diferencia entre su iglesia anterior y la nuestra.
Por eso la función del ujier es darle una bienvenida cálida sin llegar a incomodar al visitante, es probable que tenga la oportunidad de mostrarle algunos rasgos de la congregación, ofrecerle, si el visitante lo desea, presentarle al pastor, ofrecerle en préstamo una biblia, y si el visitante lo desea, acompañarle durante el servicio.
Si el ujier descubre que se trata de visitantes en busca de Jesús y que aún no son convertidos, podría, si las circunstancias lo permiten, hablarles brevemente y en forma sintética acerca de en qué creemos en la iglesia.
Quizá sea posible pedirle cinco minutos para hablarle brevemente de los que es la congregación, explicarle cuáles ministerios existen, darle el nombre del pastor, describirle brevemente en qué consiste el servicio dominical, comentarle qué otros servicios se ofrecen y comentarle qué otras actividades se realizan, todo con palabras que le animen a integrarse a la congregación.
A la hora de ofrecerle un lugar en el auditorio, el ujier tiene la oportunidad de ofrecerle un asiento al lado de los hermanos que considere más adecuadospara estar junto a visitantes, no junto a hermanos que considere un tanto hostiles que puedan intimidarle.
En muchas ocasiones tanto los ujieres como los pastores se sienten apresurados a buscar la conversión del visitante sin antes introducirlos a la fe cristiana, de tal forma que los presionan emocionalmente para convertirse con sólo aceptar a Jesucristo en su corazón, profesar fe en Él con palabras o entregar su corazón al Señor. Pero, ¿acaso con sólo pronunciar el nombre de Jesús ya hemos nacido de nuevo como cristianos?
La conversión es un proceso, no un acontecimiento. Viene como resultado de nuestros esfuerzos justos por seguir al Salvador. Dichos esfuerzos entrañan ejercer la fe en Jesucristo, arrepentirnos del pecado, bautizarnos, recibir el don del Espíritu Santo y perseverar hasta el fin en la fe.
Por eso no debemos esperar que levanten las manos, ni que aplaudan al momento de cantar alabanzas, ni que griten amén. Es muy normal que permanezcan como espectadores en un momento que aún no comprenden.
Existen muchos criterios acerca de cuando es el momento de oportuno de llamarlos a entregar su vida a Jesús, y muchos pastores son partidarios de hacerlo desde el primer servicio al que asisten, sin embargo corren el riesgo de que al no estar formados en la fe, sólo hayan acudido al llamado por impulsos emocionales y no por una necesidad del corazón de unir la vida a Cristo.
Es igualmente importante que el ujier sea el encargado de dar la despedida al visitante invitándolo a regresar, tratando de dejar una grata impresión de lo que es vivir en una congregación, unidos como hermanos , animándose unos a otros a ser perseverantes en la fe.
Es muy conveniente que dentro de la congregación exista un ministerio de seguimiento a los nuevos miembros, aún siendo éstos provenientes de otra congregación, pues los que por primera vez asisten a una iglesia cristiana requieren formación doctrinal y los que vienen de otra congregación requieren una revisión de la doctrina adquirirla antes de llegar a nuestra iglesia.