En el mundo en que vivimos corremos el peligro de perdernos y tomar el camino de la oscuridad. Hoy, más que nunca, lo bueno se nos presenta como malo y lo malo como bueno. El maligno sabe enmascarar muy bien la verdad para llevarnos por donde él quiere.
Si no estamos atentos a la voz Dios, que se expresa con claridad en su Palabra, es fácil que terminemos en las redes del enemigo del bien. Hoy ante la violencia social y familiar, ante la discriminación, ante las desviaciones y en general ante todo tipo de dificultades, buscamos la solución en nuevas leyes, en nuevas teorías, en nuevas doctrinas, cuando la verdad está en la Palabra de Dios.
Se nos hace creer que el problema es el abuso del hombre sobre la mujer, cuando la verdad es la falta de amor al prójimo. Se nos hace creer que los problemas están en la falta de leyes que protejan a las mujeres, a los niños y a los ancianos, cuando la verdad es que las leyes existen, desde el Levítico, hasta la constitución de los Estados Unidos Mexicanos. El problema en realidad es la mala aplicación de la justicia.
Reforzar la legislación o hacer nuevas leyes de protección de las mujeres, de los niño y de los ancianos de nada servirá mientras los delincuentes tengan la facilidad de negociar su libertad con las autoridades. Tanto los agresores dentro de la familia como los violadores, los defraudadores, los corruptos, los psicópatas, los sociópatas, los racistas, burlan la ley con tan solo mostrar su capacidad de negociación con los jueces.
Dios ha mandado con claridad que quien no cumpla la ley debe recibir un castigo. Él mismo lo ejecutó con Adán y Eva que por transgredir la única ley que les había dado, fueron expulsados del paraíso. Y así como eso, veremos que toda la ley está siempre seguida de las consecuencias de no obedecerla.
Cuando reina la impunidad, la sociedad se corrompe rápidamente pues sabe que puede hacer daño al prójimo y no habrá castigo o esté será menor. No debemos olvidar que aun cuando los juzgadores humanos toleren y hasta fomenten la impunidad, dejando en libertad a corruptos y estafadores, la justicia de Dios es incorruptible y la sentencia que dio Dios al hombre, inexorablemente se cumplirá:
“Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Genésis 2,17). Hoy tenemos que pedir al Señor que podamos volver a la justicia y al orden.
Mientras los juzgadores humanos dejen en libertad a corruptos y estafadores, y mientras la aplicación de la ley obedezca a intereses políticos y económicos, la justicia seguirá ausente y se seguirá enviando el mensaje a la sociedad de qué hacer el mal no es malo. Lo bueno se nos seguirá presentando como malo y lo malo como bueno
Es imperativo que las autoridades, en todos los ordenes, cumplan con su deber de hacer respetar la ley, de lo contrario será imposible que podamos volver a la paz y seguiremos aplicando soluciones equivocadas.