Tanto habitantes armados con rifles pequeños, machetes y palos, como policías comunitarios de Santiago Choápam, un municipio indígena del norte de Oaxaca, presionaron a Salvador Velasco Yesca, a su papá, a su mamá y a dos de sus hermanos para que firmen un documento donde renuncian a la religión cristiana evangélica.
La presión se ejerció bajo la amenaza de que si no lo hacen deben empacar lo que puedan y salir del pueblo inmediatamente, antes de que comiencen las celebraciones del santo patrono. De no irse, les advierten, se atienen a que los expulsen por la fuerza.
Semanas antes, los Velasco Yesca se habían negado a cooperar para las fiestas católicas del apóstol. Como familia decidieron que participar en esas celebraciones contravenía los preceptos de su fe, pues hacerlo debían inclinarse delante de una imagen y rendirle adoración.
La familia ahora vive en San Juan del Río, otro pueblo chinanteco al que tuvo que huir después de que, por decisión de la asamblea, en Jalahui le quitaron el derecho a pertenecer a su propia comunidad por no profesar la misma fe que la mayoría de los pobladores y por negarse a cumplir con cargos religiosos amparados en los Usos y Costumbres, sistema normativo indígena en el que se entreteje el poder político y el catolicismo.
El periódico El Universal da cuenta del suceso y reproduce la versión del afectado: “No nos dejaron defendernos, llegaron a la casa y nos sacaron a empujones por no honrar la imagen de Santiago, el que dicen que es el santo protector de los españoles. Nosotros les dijimos que nos pusieran a hacer faenas o cooperar para otras cosas, pero dijeron que el pueblo ya había decidido que nos fuéramos”, narra Salvador, quien a cinco años aún se quiebra al recordar cómo lo arrancaron de su pueblo sin siquiera convocarlo a la asamblea, el máximo órgano comunitario de toma de decisiones en el cual se determinó la expulsión, dice la nota de El Universal del 4 de diciembre de 2023.
Según cifras oficiales y casos documentados, en este momento en todo Oaxaca hay al menos 500 personas y 50 familias que viven en el exilio por las mismas razones que Salvador: una violencia que toleran y justifican las autoridades estatales nacida de la intolerancia religiosa.
Salvador explica que muchos evangélicos fueron obligados a renunciar a su fe y a prestar servicios en la iglesia católica de la comunidad. Lo hacen, dice, porque temen el destierro y eligen profesar su fe en privado.
Ese miedo no es infundado: actualmente hay decenas de personas originarias de Jalahui en el exilio, pues los Velasco Yesca no son la única familia que fue desterrada.
En la misma situación que la de Salvador existen otras 12 familias evangélicas sin un lugar a dónde ir, como los Loyola Sánchez y los Valentín Palomeque. Son familias enteras que incluyen personas enfermas, niñas y niños pequeños y mujeres embarazadas.
A todas les quitaron sus casas, parcelas y animales y las expulsaron por profesar otra creencia religiosa, una fe distinta al catolicismo.