No hay una, sino muchísimas razones por las que los cristianos no aceptamos la legalización de la producción y consumo de la marihuana. Veamos sólo algunas:
- Se ha dicho falsamente que fumar marihuana no afecta la salud. Según estudios publicados por el Drug Abuse National Institute de EUA, entre los efectos de consumir mariguana están:
- percepción distorsionada de la realidad;
- pérdida de la memoria y la capacidad de aprendizaje;
- falta de coordinación motriz;
- desorientación;
- incapacidad para pensar con claridad, de reaccionar y resolver problemas;
- pérdida de habilidades cognoscitivas, que puede ser permanente;
- ataques de ansiedad, paranoia, pánico;
- fobias, alucinaciones;
- aumento de frecuencia cardíaca y baja presión, lo cual incrementa cuatro veces el riesgo de ataque cardíaco;
- baja del sistema inmunológico;
- problemas respiratorios;
- tos;
- congestión pulmonar y cáncer, pues contiene más sustancias cancerígenas que el tabaco.
2. Afectaría gravemente la economía dedicar al cultivo de droga –es decir, algo que va a arruinar la salud y la vida de la población– tierras que podrían dedicarse a cultivos alimentarios y/o medicinales.
3. Legalizar la marihuana no detendría la violencia; sólo serviría para enriquecer a unos cuantos terratenientes que ya se frotan las manos pensando en las ganancias que obtendrán.
4. Más del noventa y nueve por ciento de adictos a la cocaína y heroína deben ésta adicción a que un día cedieron a la tentación de enajenarse y se permitieron probar la marihuana. Y una vez atravesado ese umbral, siguieron experimentando con drogas cada vez más fuertes. La marihuana es puerta de entrada a adicciones más graves.
5. Mucha gente que hoy no se atreve a probar la marihuana porque está prohibida lo haría si fuera legal. Pronto no sólo adultos, sino jóvenes, adolescentes y aún niños, estarían consumiéndola, empezando su triste camino de adicción y destrucción.
6. Si, aunque está prohibido, en las esquinas se venden a los automovilistas cigarros de tabaco, también se venderán cigarros de mariguana. ¡Ahora no sólo tendremos que cuidarnos de los ebrios que manejan, también de los “marihuanos”! Y cuando se incrementen los accidentes viales, ¿las autoridades instalarán “marihuanímetros” junto a los “alcoholímetros?”.
7. Las estadísticas prueban que un impresionante porcentaje de delitos se cometen bajo el influjo de la droga, en especial, de marihuana. Las cárceles están llenas de delincuentes que no hubieran cometido ningún ilícito si no se hubieran drogado.
8. Promover la marihuana es promover una falsa salida. La gente se droga para evadir su realidad porque vive un gran vacío existencial. Pero la solución no está en lanzar a la gente a una evasión que le dejará graves consecuencias, sino en ayudarle a encontrarle sentido a su existencia. Y para eso no necesita marihuana, necesita a Dios.
9. Dice Pablo: “Estén pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estén otra vez sujetos al yugo de esclavitud.” (Gálatas 5:1). Como creyentes no podemos estar a favor de la legalización de algo que esclaviza al ser humano, le crea adicción, lo aliena de su realidad, lo priva de su libertad.
10. Los interesados en legalizar la mariguana plantean como muy “progresista” y un gran “avance” imitar a otros países que la han legalizado. Pero alentar que la gente se drogue, altere su conciencia, se vuelva adicta, pierda la brújula, la paz, la salud y el sentido de su existencia, no contribuye en nada a mejorar la sociedad, todo lo contrario, promueve su deterioro físico, mental y espiritual. ¿Queremos eso para nuestra patria, para nuestro hogar?